El enclave es sobrecogedor. El misticismo que desprende se apodera de todo aquél que se adentra en él. Una exuberante vegetación demuestra, una vez más, el poder de la naturaleza al adueñarse de las antiguas construcciones. Y es que las enormes raíces de los árboles se aposentan sobre los muros y parecen querer recuperar el territorio que un día les perteneció.
El impacto que provoca esta imagen es legendario, por lo que no es de extrañar que en el año 1992 lograra cautivar a la UNESCO y lo declaró Patrimonio de la Humanidad. Se cree que la zona en sí ya estaba habitada en el siglo I d.C, pero no fue hasta finales del siglo IX cuando empezó su época dorada. En este momento, el Rey Jayavarman II creó este reino, construyendo grandes templos, y se declaró Rey Dios con la intención de reforzar la imagen de su ascendencia divina. Continuaron con esta tradición de alzar templos imponentes los sucesores del monarca. No obstante, este mítico emplazamiento quedó abandonado en el siglo XV, y todavía a día de hoy no se conoce el motivo. Durante siglos, los templos de Angkor fueron un mundo totalmente desconocido para la sociedad de occidente. No se sabía nada de su existencia hasta que en el año 1861, el francés Henri Mouhot, se topó con estos monumentos de forma casual. Con los años, Camboya ha sabido aprovechar esta maravilla natural para potenciar el turismo en la zona. ¿Qué tal si contemplamos su belleza con nuestros propios ojos mientras disfrutamos del sonido de la naturaleza?