Dicen que Éfeso es la ciudad clásica mejor conservada de todo el Mediterráneo oriental. ¿Te atreves a comprobarlo? Prepárate entonces para viajar al pasado y darte un confortable paseo por el día a día del imperio romano en un enclave inigualable.
¿Sabías que esta capital llegó a albergar a 250.000 habitantes? Su tamaño y relevancia es tal que, aunque lleva trabajándose en la zona más de 150 años y vas a encontrar decenas de monumentos, se calcula que en torno al 80% de la ciudad está aún por descubrir. Troya, por su parte, no ofrece el lujo del que presume Éfeso, pero a cambio tiene el poder de su nombre, de su leyenda, de su historia. Un enorme caballo de madera te recibirá a la entrada para que puedas hacerte la que, sin duda, será una de las fotos de tu viaje. Seguidamente, arranca la visita por las ruinas de las diversas etapas de la ciudad. En Pérgamo encontrarás una de las ruinas más encantadoras de toda Turquía. La ciudad ya existía en la época troyana, pero vivió su máximo esplendor entre el reinado de Alejandro Magno y la llegada de los romanos. Disfruta de su magnífica Acrópolis, fotografía el Asclepion y la Basílica Roja y date una vuelta por el espléndido Museo Arqueológico.
Para completar tu ruta, no puedes perderte las ruinas megalíticas de Göbekli Tepe. Quizá no tengan el renombre internacional de Éfeso, Pérgamo o Troya, pero es un lugar fundamental para entender la descomunal historia de Turquía. Se calcula que su círculo de megalitos neolíticos se levantó en torno al 9.500 a. C., es decir, 6.500 años antes que el más famoso de su especie, el británico de Stonehenge. Su antigüedad es tal que está considerado como el primer lugar de culto que hubo en el mundo.