Aunque la ciudad de Tallin ha ido creciendo y modernizándose con el paso del tiempo, en su interior conserva un precioso y pintoresco centro histórico capaz de hacer las delicias de los viajeros más exigentes.
Tallin, la orgullosa y pintoresca capital de Estonia, es una urbe pequeña pero coqueta en la que conviven perfectamente la parte moderna con la parte antigua de la ciudad. Además, cabe destacar que su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997. Resulta una experiencia inolvidable pasear por las calles adoquinadas de la ciudad antigua para admirar los edificios medievales y góticos de Tallin, coronados por una serie de tejados cónicos y anaranjados, visitar alguna galería de arte o pasar un rato en cualquiera de los numerosos cafés con los que cuenta la capital, todos ellos acogedores y llenos de encanto. Tallin parece sacada de un cuento. Es cierto que lo mejor de la capital es, simplemente, pasear a lo largo de sus murallas, pero también es muy interesante subir a la colina de Toompea, desde donde se tiene una magnífica vista de la ciudad, y conocer sus lugares más emblemáticos, como, por ejemplo, la catedral ortodoxa de Alexander Nevski, el Ayuntamiento, la Iglesia de San Olaf, el Pasaje de Santa Catalina, o la Puerta Viru, entre otros.