Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y considerada una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, Petra es uno de esos lugares que todos deberíamos visitar al menos una vez en la vida.
Petra, el tesoro rojo, es uno de los mayores reclamos turísticos de Jordania y una parada obligada en cualquier viaje por Oriente Medio. Una ciudad fundada en el siglo VI a.C por árabes nabateos que se mantiene prácticamente intacta: calles, casas, tumbas, teatros, obeliscos, templos y un monasterio se erigen en medio del desierto. Sin lugar a dudas, Petra (piedra en griego) es, junto con las pirámides de Egipto, el yacimiento arqueológico más hermoso de Oriente Medio. La indudable magia de este lugar ha atraído a numerosos aventureros, artistas y algunos héroes (Tintín o Indiana Jones pasaron por aquí). De hecho, se dice que la vocación literaria de Agatha Christie nació en Petra, donde acompañó a su marido que era arqueólogo. Petra, situada en una especie de hondonada rodeada de montañas, es conocida como la ciudad perdida porque, si bien su historia se remonta a la época de los nabateos, en el siglo VII a.C, fue completamente abandonada en la Edad Media y no fue “descubierta” por los occidentales hasta principios del siglo XIX. Su orografía permite recoger el agua de los manantiales mediante profundos canales y cisternas abiertos en los flancos de los desfiladeros y que todavía se pueden ver en distintos lugares del yacimiento. Petra es un lugar mágico, un lugar de largos cañones, desfiladeros, miradores, grandes tumbas excavadas en sus rocas de colores rosa, amarillo, azul o rojo. Sin embargo, Petra no es solo sus monumentos, es también una ciudad sorprendente, llena de viviendas trogloditas, algunas de las cuales están habitadas, aunque de forma clandestina y cuyos habitantes ofrecen, amablemente, una taza de té a los visitantes.