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Saint Malo

Aborda la ciudad de los corsarios

Se trata de una localidad portuaria en Bretaña cuyo casco antiguo protegen unas altas murallas de granito. En el centro de todo: la catedral, de estilo románico y gótico, cuyos vitrales reflejan la historia de la ciudad. Sin embargo, la zona de intramuros ha sido reconstruida, ya que gran parte del barrio fue destruido durante los combates de la Segunda Guerra Mundial. Tras las murallas, eso sí, hay unas playas muy coquetas que aguantan las embestidas del mar. Con marea baja se puede acceder a pie hasta la isla de Petit-Bé y Grand-Bé. Sin embargo, al tener las mareas más importantes de Europa, hay que ir con cuidado si decidimos conocer estas islas.

Entre lo más visitado está también el puerto de la ciudad, donde hay un constante trasiego de barcos. Sin embargo, la lista de cosas que hacer es interminable. Vale la pena también hacer un alto en La Demeure de Corsaire, un museo ubicado en la casa de un corsario del siglo XVIII. Viento, mar y gastronomía son los principales atractivos de Saint Malo, una población con nombre de santo. Por esta ciudad además han pasado grandes figuras de la historia de Francia: Jacques Cartier, Robert Surcouf o François-René Chateaubriand, han contribuido a forjar su leyenda. Respecto a la gastronomía regional, en Saint-Malo hay una selección de creperías y marisquerías como para no saber por cuál decidirse. Aquí se suelen probar unos deliciosos dulces de mantequilla. También hay que probar los dulces de la Maison Guella, que desde el año 1920 elabora los famosos caramelos de mantequilla salada bretona y unas galletas tradicionales. Y por último los Gwelladous, ideales para untar o picar.