En Pekín, Beijing para los locales, se combinan los escenarios propios del progreso del siglo XXI con la herencia de siglos y siglos de dominio imperial. Ambos conviven en una ciudad excepcional, repleta de rincones de excepcional belleza y significado, marcados por la historia y la tradición, y por un marcado sentido trascendente de la vida en la Tierra. Unos días en Pekín dan para mucho, tanto que se forjan como inolvidables.
Esta tierra maravillosa cuenta con la Gran Muralla China como una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno: una obra excepcional, única. Pasear por ella es, sin duda, una experiencia incomparable, un lujo accesible a solo unos kilómetros de la capital, un emblema de lo que el pueblo chino es capaz de hacer.
La propia ciudad alberga todo tipo de extraordinarios enclaves, como sucede con la Ciudad Prohibida: pocos lugares en el mundo son tan evocadores de tiempos legendarios como este complejo palaciego. Un ejemplo de belleza y majestuosidad marcado por el sello de la espiritualidad oriental. Pekín es tan grande y única que la lista de lugares a visitar y no olvidar es increíble, desde el mayor templo budista fuera del Tíbet a un imponente parque público que forma parte indisoluble de la vida cotidiana de la ciudad, pasando por el excepcional Palacio de Verano, 'Jardín de la Salud y la Armonía’. Todos forman parte de una conjunción de edificios y naturaleza único en el planeta.