Este reconocimiento certifica al viajero que está en un punto de gran importancia, ya sea histórica, cultural o natural, y Bélgica ofrece numerosas opciones a la hora de elegir.
La capital, Bruselas, tiene el privilegio de contar con la Grand Place, uno rincón incluido en esta nómina de la UNESCO en el año 1998. Se considera que es una de las más bellas de mundo y está rodeada de edificios emblemáticos, como el ayuntamiento, que todavía la hacen más atractiva. El centro histórico de Brujas es otro de los afortunados y ha sabido conservar su encanto medieval. Lo mismo ocurre con los béguinages flamencos, barrios destinados a las mujeres viudas y solteras en la Edad Media.
A parte de los numerosos sitios y monumentos que pueden palparse y contemplarse, Bélgica también cuenta con tradiciones dignas de mención y que la UNESCO ha querido preservar. Ejemplo de ello son el Carnaval de Binche, uno de los más antiguos de Europa; la procesión de la Santa Sangre de Brujas, un oficio religioso que se celebra en primavera; o la feria anual Houtem Jaarmarkt, el mercado al aire libre más importante del país. El espectacular Bosque de Soignes también ha sido declarado Bien natural por esta entidad.