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Las cuatro grandes de Escocia

Cuatro urbes como cuatro goles

Si decides visitar las cuatro grandes ciudades en orden decreciente de población, debes comenzar por la capital, Glasgow, que presume de contar con una inigualable arquitectura victoriana, espejo de una etapa dorada impulsada por los altos hornos, los telares y los astilleros. Este esplendor industrial de otra época ha dado pie a una ciudad más moderna, que rivaliza en arte con Edimburgo gracias a galerías tan excelsas como la Kelvingrove y la Burrell Collection. Y es que en Glasgow hay mucho y bueno que visitar: la catedral, la necrópolis, George Square y una larguísima lista de museos a cada cual más interesante.

Al norte, Calton Hill; al sur, Arthur’s Seat, y entre medias de ambos, una impresionante colección de barrios medievales y georgianos que convierten a Edimburgo en una de las ciudades más bonitas de Europa. A esto hay que añadirle una agenda cultural y artística al alcance de muy pocos lugares en el mundo –su Festival es el no va más- y una colección de museos y galerías que te esperan con tesoros de culturas muy diversas. Un largo paseo por su casco histórico será más que suficiente para quedarte prendado de la ciudad, que además cuenta con un excepcional castillo, una catedral, un bello edificio para el Parlamento escocés –aunque acabó siendo Tribunal Superior-, varios palacios… ¡Edimburgo es un espectáculo! Después de las dos grandes ciudades de Escocia, ya a bastante distancia, aparece en la lista para completar el podio la localidad de Aberdeen. Con menos de 200.000 habitantes, es la capital de los Montes Grampianos y presume de sus encantadores contrastes. Por un lado, es una ciudad sobria, llena de edificios de granito; y por el otro, se enorgullece de ser una de las ciudades más floreadas del Reino Unido con unas 100.000 rosas. Si vas en primavera, te encontrarás con centenares de narcisos que inundan sus zonas verdes. Además, Aberdeen cuenta con una intensa vida cultural y artística y varios museos y edificios de interés. La pelea por el tercer escalón del podio de ciudades más pobladas de Escocia tiene otro competidor, con cerca de 160.000 habitantes. Es Dundee y es la principal localidad de la región de Angus. Esta ciudad portuaria es una ciudad contemporánea y cultural, que cuenta con una buena sarta de interesantes museos. Su turbulenta historia ha provocado que apenas conserve monumentos antiguos. A cambio, Dundee se ha esforzado por conservar su patrimonio y, además, desarrollar una ciudad con mucha vida y actividad. A ello contribuyen sus excelentes exposiciones. Prueba en el pedagógico Discovery Point, que narra cómo se fraguó y desarrolló la expedición al Antártico del capitán Scott, o en el Verdant Works, un museo que muestra la historia de la ciudad a través de la industria de la tela de saco. No te pierdas tampoco el Broughty Castle Museum, el Sensation o el The McManus, Dundee’s Art Gallery & Museum.

No puedes perderte

Para los amantes de los mercados de viejo

Entre Gallowgate y London Road se celebra cada fin de semana el Barras Market, uno de los mercados de viejo más pintorescos de Europa. Antiguos edificios victorianos y varias tiendas están llenos de variopintos objetos de segunda mano. Además, hay una gran oferta de bares y restaurantes para reponer fuerzas.

En memoria de la fidelidad extrema

Quizá te pueda pasar desapercibido entre tanto monumento sublime, pero es una estatua curiosa y con una bella historia detrás. El Greyfriars Bobby es un terrier de Skye que homenajea al que, dicen, estuvo 14 años vigilando la tumba de su amo. El pueblo lo cuidó hasta que él también murió y ahora una estatua recuerda su fidelidad.

El mar en un museo

Aberdeen cuenta con varios museos de interés, entre los que destaca el Aberdeen Maritime Museum. Situado frente al puerto, esta muestra expone la historia de la ciudad a través de la navegación, la pesca, la construcción de barcos y las explotaciones petrolíferas.

Un dulce recuerdo

El mejor recuerdo que puedes traerte en tu maleta de tu visita a Dundee es un bote de su famosa mermelada de naranja amarga. Dicen que en la época colonial, un barco escocés llegó a la ciudad cargado de naranjas españolas, pero las frutas llegaron en estado de descomposición. A alguien se le ocurrió aprovecharlas para hacer mermelada y de ahí surgió un auténtico manjar.