Las costumbres, las tradiciones, los gustos y las manías de su pueblo dicen tanto de un país como su arquitectura, su patrimonio artístico y su historia. Por ello, nada mejor que conocer bien todas esas pequeñas cosas que hacen especial a una sociedad para convertir un viaje a Polonia en algo realmente inolvidable.
Hay muchos motivos para elegir Polonia como destino un viaje memorable, pero uno destaca por encima de todos los demás: este es un país divertido. Francamente divertido, muchísimo más de lo que podríamos imaginar. La aparente seriedad de los polacos se disipa inmediatamente en cuanto toman un poco de confianza, y su corazón se abre para acoger con los brazos abiertos a los visitantes. El polaco medio está, además, orgullosísimo del pasado de su país, por lo que no tiene inconveniente en mostrar su historia y hacer las veces de guía turístico cuando un viajero le pregunta cualquier cosa.
La comida polaca es sabrosa, y dista mucho de ser el soso y aburrido recetario que muchas veces pensamos que conforma cualquier cocina europea que no sea la francesa o la italiana. Buenos ingredientes, platos abundantes y el sazonamiento justo para potenciar el sabor de los alimentos sin llegar a modificar sus propiedades. ¡Merece la pena! Las fiestas y las tradiciones polacas son, junto con el deporte, otro de los pilares sobre los que se sostiene la identidad del país. Sobre todo en lo que se refiere a la Navidad, a los polacos les encanta vestirse de gala -tanto a ellos mismos como a sus ciudades-, y disfrutar a lo grande de las celebraciones, de las comidas en familia y de la alegría que se respira en esas fechas.