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Piura

Vivir en La Ciudad del eterno calor

A Piura se le han asignado muchas denominaciones: La Ciudad del eterno calor, La Ciudad de los algarrobos, La Ciudad del eterno Sol, y la que hay que tener más en cuenta: La Ciudad de la hospitalidad, por lo bien que acogen sus habitantes a todos aquellos que la visitan.

Su intensa vida cultural y artística marcan el pulso de esta ciudad. De un completo viaje por Perú, la compra de souvenirs artesanales en Piura es todo un clásico, por ejemplo sus conocidas filigranas de oro y plata. En Catacaos, a sólo 12 kilómetros de Piura, se producen joyas tan elegantes como las “dormilonas”. Además de Catacaos, bien merecen la pena pequeñas y cortas escapadas a Sullana, Paita, Sechura, Chulucanas o Tambo Grande. En Piura el visitante tiene ante sí dos magníficas opciones que además son complementarias: visitar la arquitectura de la ciudad y probar su variada y cotizada gastronomía. Piura es también una ciudad fundada por el colonizador Francisco Pizarro, por lo que aquí manda la arquitectura evangelizadora de la época. No hay que dejar de visitar la Catedral, la Iglesia de San Francisco, la Iglesia de Cristo Rey y la Iglesia de San Lucas de Colan en Paita. Y, por supuesto, la Plaza de Armas, que es una de las más bellas del país con su figura cuadrada. Entre visita y visita, no es complicado encontrar donde sentarse a degustar un buen ceviche, un sudado, rachi rachi (mezcla de sangre y carne de cerdo), cecina, o el malarrabia (potaje típico de los viernes de cuaresma). Si queremos hacer que la visita gastronómica sea completa, hay que acabar el ágape tomando una leche de tigre, jugo del ceviche mezclado con pisco. Además de la hospitalidad, los habitantes de Piura tienen otra característica que es su habla. Su acento es cantarín, a diferencia del resto del país. Hay expertos que aseguran que es a causa de la influencia andaluza. Escucharlos es muy agradable.