Parques nacionales, jardines urbanos, lagos entre montañas, grandes llanuras e islas encantadoras que flotan en mitad del Danubio. Así es la naturaleza húngara, una especie de representación mágica que nunca cesa y que nunca deja de sorprendernos.
No solo de pan vive el hombre, y no solo de monumentos, edificios emblemáticos y patrimonio histórico vive un país. Al menos, no uno como Hungría… Y es que esta maravillosa nación, pese a encontrarse en pleno corazón del Viejo Continente, luce un extraordinario aspecto cuando nos alejamos un poco de sus grandes aglomeraciones urbanas y nos adentramos en su naturaleza. Lugares como el Lago Balatón o los parques nacionales de Hortobágy y de Aggtelek -con su celebérrima Cueva de Baradla- han conseguido poner a Hungría en el mapa mundial de los espacios naturales. Su belleza, su biodiversidad y el encanto que desprenden han hecho de estos lugares unas visitas tan obligadas como el Puente de las Cadenas, el Bastión de los Pescadores o el Balneario Géllert.