Los más escépticos podrían estar haciéndose la siguiente pregunta: ¿Cómo puede un simple edificio constituir un motivo suficiente para atravesar medio planeta y viajar hasta la India? Sin embargo, nada más poner un pie en Agra y contemplar la silueta del Taj Mahal recortándose en el horizonte, incluso ellos comprenderán que no se trata de un simple edificio y que, efectivamente, el viaje ha merecido la pena.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983, y elevado a la categoría de una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno en 2007, el Taj Mahal fue mandado construir por el Sultán Sha Jahan durante la primera mitad del Siglo XVII en la ciudad de Agra, a orillas del río Yamuna. Debido al gran número de arquitectos que participaron en el desarrollo del proyecto, en este monumental complejo se aprecian rasgos de la arquitectura tradicional india, pero también de la islámica, de la persa y de la otomana. El Taj Mahal es, en realidad, un monumento funerario, que Sha Jahan ordenó levantar para honrar la memoria de una de sus esposas, que había fallecido dando a luz. Se llamaba realmente Arjumand Banu Begum, pero todos la conocían como Mumtaz Mahal, de ahí el nombre de esta irrepetible construcción. El edificio más famoso y emblemático de todos los que componen el complejo es el mausoleo en el que descansan los restos mortales de Mumtaz, pero no es el único: este monumental conjunto arquitectónico también alberga una mezquita -o Masjid-, una puerta de entrada de enorme belleza -o Darwaza-, un Jawab -un edificio idéntico a la mezquita pero sin minarete, construido para dotar de simetría al patio central, y unos jardines espectaculares, que merecen casi tanto la pena como el propio mausoleo.