Sus más de ocho kilómetros de playa de arena dorada son ideales para pasear, tumbarse a tomar el sol o refrescarse en las aguas turquesas del océano Atlántico.
La oferta de ocio de su paseo marítimo es muy variada, ya que los viajeros encontrarán en este punto numerosas tiendas, bares y restaurantes para todos los gustos y bolsillos. El lujo que se respira en esta ciudad cosmopolita, cuyo muelle está lleno de yates, ya existía hace décadas. Y es que este punto de Bélgica era el destino vacacional de la corte belga y de la nobleza británica. Actualmente, es el escenario perfecto para desconectar de la rutina diaria.
El centro de Ostende también es digno de conocer. La iglesia de San Pedro y San Pablo es uno de los iconos de la ciudad. Se trata de una iglesia neogótica que se construyó sobre las cenizas de un antiguo recinto religioso. El entretenimiento se fusiona con el arte en el Casino. Es uno de los más grandes de Europa y en su interior se pueden contemplar los murales del artista Paul Delvaux. La historia de Ostende también se palpa en sus calles, pero sobre todo en el Fuerte de Napoleón, construido en el año 1810 por las tropas napoleónicas ante el temor de una invasión inglesa. Otra de las construcciones significativas es la del Muro del Atlántico, un museo al aire libre compuesto por fortificaciones (bunkers, armas, trincheras y puntos de defensa) construidas por los alemanes.