Desde una inolvidable sesión de sauna en mitad del bosque hasta un increíble paseo en bicicleta, pasando por una jornada observando magníficas aves migratorias o por un banquete lleno de manjares locales. Todo esto y mucho más es lo que ofrece Letonia a los viajeros más inquietos…
En el caso de Letonia, si queremos sacarle todo el jugo a nuestro viaje tenemos que probar, como mínimo, dos elementos que forman parte del ADN nacional: la gastronomía y la sauna. Hablar de la gastronomía de Letonia es hablar de una gastronomía refinada. En su cocina predominan los pescados, tanto ahumados como cocinados: arenques, sardinas, lucio y, por supuesto, el caviar. La carne suele ir acompañada de guisantes, champiñones y patatas, mientras que los quesos nacionales, muy variados y bastante fuertes, se suelen servir al final de la comida en vez de al principio. Los postres más apreciados son los que se hacen con hojaldre, añadiendo frambuesas y arándanos. El Bálsamo Negro de Riga, un licor de plantas, flores y raíces, de fuerte graduación alcohólica y cuya receta es secreta, es la bebida nacional. Por otra parte, en Letonia abundan los spas, las saunas y los balnearios, en los que se aprovechan las cualidades curativas de sus lodos y manantiales de aguas ricas en azufre, bromo y sales. Tras la aparición del primer spa, en 1870, comenzaron a ponerse de moda los balnearios, siendo Jurmala, la capital báltica de los spas, el lugar más directamente asociado con la industria de la salud. Para vivir una experiencia realmente especial, hay que probar los ‘pirts’, que no es otra cosa que la sauna según los letones. Se trata de una experiencia relajante y mística, heredera de las viejas tradiciones paganas del país anteriores a la llegada del cristianismo. No se conoce el origen del pirts, aunque se cree que estaría relacionado con antiguos ritos y ceremonias religiosas de purificación. Hasta hace relativamente poco tiempo, las cabañas de madera de pirts no solo servían para ahumar el pescado, sino que también se usaban como partitorio, ya que se creía que, tanto la madre como el bebé, sufrían menos durante el parto y que el recién nacido llegaba al mundo bendecido por ese vapor mágico, lo cual sería una garantía de fortuna y salud. Actualmente, esta práctica no solo está en desuso, sino que está prohibida por la ley. En cualquier caso, esta tradición forma parte de las principales señas de identidad de Letonia. Las saunas estilo pirts son pequeñas cabañas de madera con una pequeña sala que se usa como vestidor. En el interior hay una estufa de leña que calienta el agua hasta convertirla en vapor. La temperatura, en su interior, alcanza fácilmente los 80ºC. Dentro de la cabaña hay también un barreño más o menos grande (tiene que caber al menos una persona) de agua fría para refrescarse. Siguiendo la vieja tradición, los maestros de ceremonias del pirts pintan las caras de los que entran en la sauna y golpean sus cuerpos desnudos con ramos de hierbas. Todo este ritual va acompañado de cánticos, mientras que el aroma de los aceites perfumados y la presencia de extraños símbolos paganos tallados en madera crean una atmósfera muy especial. Después de tres horas en la sauna, la sesión concluye con una inmersión en el agua helada o en la nieve y se sale del pirts con el cuerpo y el alma renovados.