Desde Narmer, que reinó hacia el 3.050 a.C., hasta la legendaria Cleopatra (que reinó del 51 al 30 a.C.), el legado de los faraones ha demostrado lo que se pudo llegar a erigir en honor de personas consideradas dioses por sus súbditos, en una relación de trascendencia que ha dejado una increíble herencia arquitectónica, la más asombrosa de todo el planeta.
Faraones considerados dioses y divinidades como Amón-Ra en un entorno dominado por la influencia de un río, el Nilo, que influyó como muy pocos en la forja de una civilización. Esta fue la base de una herencia cultural y artística bien conservada, tanto in situ como en los mejores museos de todo el mundo, con la escritura jeroglífica como ‘acta’ de toda una época.
Recorrer, hora a hora, día a día, estos parajes supone todo un gran y emocionante viaje por la Historia, con enclaves tan impresionantes como el Valle de los Reyes, o cualquiera de los terrenos circundantes a los diversos monumentos funerarios. Son el testimonio de siglos de adoración a la divinidad, con el superlativo Nilo como protagonista natural.