Tailandia: Bangkok, alrededor de Tailandia y Koh samui
Siente latir el corazón de Tailandia
Conoce el viajeTailandia: Bangkok, alrededor de Tailandia y Koh samui
- Duración
- 14 días
- Tipo de circuito
- Gran Viaje
Durante tu gran viaje a Tailandia, no faltará ninguna de las emociones que le pides a una verdadera aventura: navegarás en lancha por un río, visitarás templos budistas llenos de misticismo, conocerás ciudades que antaño fueron las capitales de un gran imperio, verás de cerca y tocarás animales salvajes, pondrás los pies en un lugar donde se juntan tres fronteras, y tendrás la oportunidad de saludar a las legendarias “mujeres jirafa”. Y como gran final, la isla de Koh Samui, un verdadero paraíso situada en el Golfo de Tailandia, y bañada por las cálidas aguas del Océano Pacífico, sus playas, sus templos, sus animados mercadillos callejeros y los impactantes paisajes del Parque Nacional de Mu Ko Ang Thongson, son sin duda, auténticos placeres para los sentidos.
No te conformes con conocer Tailandia a medias, este circuito lo tiene todo
La grandeza de Tailandia reside en los increíbles contrastes que regala a las miradas del viajero. Aquí, una enorme ciudad llena de frenética actividad. Allí, una reserva natural donde la flora y la fauna silvestres parecen no haber sido nunca tocadas por el hombre. Y más allá, un templo budista en el que los monjes se dedican a orar en silencio. Así es Tailandia, y así la conocerás en este gran viaje: la magia de Ayutthaya y Sukkhothai, las antiguas capitales del reino de Siam; los elefantes del campamento de Mae Tang; las tres fronteras que se cruzan en el Triángulo de Oro; los traviesos monos de Lopburi; las orquídeas de la granja de Sai Nam Phung, el poblado donde viven las asombrosas “mujeres jirafa”; la isla de Koh Samui, sus playas, sus templos, sus animados mercadillos callejeros y los impactantes paisajes del Parque Nacional de Mu Ko Ang Thong. Todo eso, y algunas sorpresas más, es lo que te espera en este apasionante circuito por Tailandia.
Emociones nuevas en tu viaje
Es un dicho muy popular entre los chefs occidentales que antes siquiera de sacar una cebolla de la nevera hay que dar las gracias a Francia. A los cocineros de este país se les atribuye la invención y desarrollo de la gastronomía contemporánea. O, al menos, así es en Europa, porque en el resto del mundo hay que estar igualmente agradecido a los tailandeses. La forma de mezclar los ingredientes, el empleo de hierbas aromáticas como el cilantro o la albahaca, y la capacidad de crear platos salados, dulces y picantes a la vez han convertido a la cocina thai en una de las más prestigiosas, deseadas y copiadas del mundo.
La salsa de pescado, el arroz jazmín o la leche de coco son ingredientes propios de la gastronomía tailandesa, aunque hoy en día están presentes en las recetas de la mayoría de los grandes restaurantes del planeta. Las sopas, agrias, dulces y picantes al mismo tiempo; los fideos fritos con carne o verduras, con los pad thai como máximo exponente, o las mil y una variaciones del curry rojo o verde son algunos de los platos más célebres de esta exótica, sabrosa y variada cocina. Como en toda Asia, el arroz es la base del recetario tradicional, pero en Tailandia se combina con muchos otros ingredientes con acierto y finura. Destacan los platos que incluyen frutas como la papaya, el mango o la lima keffir, y si no se está acostumbrado hay que tener cuidado con los que tienen entre sus ingredientes los chiles o guindillas thai, unas de las más picantes del mundo.
El concepto actual de street food no podría entenderse sin tener en cuenta la forma en que comen los tailandeses. Hay restaurantes de mantel, plato y servilleta en todas las ciudades del país, por supuesto, pero la base, la raíz de la gastronomía thai reside en sus puestos de comida callejera. Carritos con ruedas, mesas de quita y pon, barcas como la del mercado flotante de Damnoen Saduak?… Cualquier superficie es buena para servir un plato de pad thai, de curry verde con verduras o de pollo satay. Además, gracias al notable incremento en el número de turistas internacionales que recibe Tailandia cada año, se ha avanzado mucho en materia de higiene, que era el único punto débil de la comida callejera del país. Ahora lo normal es ver a los vendedores ambulantes con guantes, y las bandejas con alimentos cubiertas con tapas o con papel film.
Ubicado en el centro de la ciudad, a orillas del río Chao Phraya se encuentra el monumental Palacio Real de Bangkok, uno de esos lugares que son capaces, por sí mismos, de marcar un antes y un después en cualquier viaje. Igual que ocurre en España, el Palacio Real de Bangkok se emplea solo para realizar eventos oficiales y recepciones de mandatarios extranjeros; los reyes de Tailandia viven en el Palacio de Chitralada desde 1925.
Actualmente, este palacio es uno de los lugares más visitados de todo el país, y cuenta con una gigantesca superficie en la que podemos distinguir varias zonas bien diferenciadas. En la parte del palacio llamada Phra Maha Prasat se encuentran los edificios más antiguos del recinto, mandados construir por el rey Rama I, el mismo que hizo levantar el palacio en el año 1782. Por su parte, la zona Phra Maha Chakri alberga una serie de pequeños palacios que el rey Rama V ordenó construir a un grupo de arquitectos extranjeros. De ahí que su aspecto combine los elementos tradicionales tailandeses con ciertas influencias europeas. Por último, está la zona llamada Phra Maha Monthien, la más importante desde el punto de vista político, ya que en ella se encuentra la que fuera residencia del monarca, y es el lugar donde se corona a cada nuevo rey. Además de estas tres zonas, dentro del recinto del Palacio Real también podemos visitar el majestuoso templo de Wat Phra Kaew, en cuyo interior se encuentra el Buda Esmeralda, una imagen sagrada tallada en jade, y pasear por los preciosos jardines Siwalai.
El pueblo tailandés se caracteriza por su amabilidad y simpatía. Lo normal es ver siempre una sonrisa en el rostro de la persona que tenemos delante, y recibir un trato cordial y toda la ayuda que necesitemos. No obstante, en cualquier ciudad del mundo acostumbrada a recibir turistas proliferan los “espabilados” que intentan sacarse un sobresueldo a costa de la inexperiencia de los viajeros. Aunque es un país muy seguro, y nadie pretenderá hacernos daño de ningún modo, es conveniente desconfiar de quienes nos den informaciones inesperadas o poco creíbles. Por ejemplo, en las inmediaciones del Palacio Real o de algunos de los templos de Bangkok puede haber hombres que nos digan que el monumento se encuentra cerrado por obras o por alguna festividad, pero que pueden ofrecernos una visita alternativa a algún otro lugar. Previo pago, por supuesto. Lo mejor, por tanto, es asegurarnos por nosotros mismos de que lo que nos dicen es cierto antes de sacar la cartera.
Más del 90% de los tailandeses profesan la religión budista, de manera que existen cientos de templos consagrados a este culto por todo el país, y en Bangkok, su capital, podemos encontrar algunos de los más bellos y singulares. El de Wat Pho, concretamente, es además uno de los lugares más visitados de todo el territorio tailandés. Conocido como el Templo del Buda Reclinado, con más de 200 años de antigüedad.
En su interior se pueden ver más de 1.000 imágenes de Buda, pero sin duda la que más miradas atrae es la que da nombre al santuario: el Buda reclinado de Wat Pho es, con sus 26 metros de largo y 15 de alto, el más grande de Tailandia. Está hecho de ladrillo y estuco, y recubierto de un baño de oro. Por su parte, el Buda del Templo de Wat Traimit sí es de oro macizo, aunque sus dimensiones son bastante más moderadas: mide solo tres metros de alto y pesa más de cinco toneladas. Este templo se encuentra a poca distancia del primero, y también junto a la orilla del río Chao Phraya. Otro de los templos más importantes de Bangkok es el de Wat Phra Kaew, un impresionante santuario que se encuentra dentro del recinto del Palacio Real, y que es famoso por albergar el Buda Esmeralda. Esta imagen, tallada en jade, es la más sagrada del país, ya que se trata de un Buda protector. Mide 66 centímetros de alto, y aunque cualquier persona puede entrar al templo y contemplarla, solo el rey de Tailandia tiene potestad para tocarlo.
Los templos de Wat Pho, Wat Traimit y Wat Phra Kaew son algunos de los más célebres y visitados de Bangkok, pero no son ni mucho menos los únicos. Hay un gran número de santuarios en la ciudad, y todos ellos merecen la pena si se cuenta con el tiempo suficiente. Un buen ejemplo es el de Wat Arun, también llamado Templo del Amanecer. Su cercanía al río y su arquitectura singular lo convierten en uno de los edificios más fotografiados de toda Tailandia. Está coronado por una torre de 82 metros de altura a la que se puede subir (a pie, por supuesto) y disfrutar de las mejores vistas imaginables de la ciudad. El Templo de Mármol, o Wat Benchamabophit, es otro de los santuarios más recomendables de Bangkok. Mezcla los elementos tradicionales de la arquitectura tailandesa con las influencias europeas, y en su claustro hay más de 50 estatuas de Buda hechas en bronce. Los templos de Wat Suthat, con su columpio gigante, el de Wat Mahathat Yuwarat, o Templo de la Gran Reliquia, y el de Wat Saket, o Monte Dorado, completarían la lista de los templos más importantes de Bangkok.
Ochenta kilómetros al norte de Bangkok, y a la orilla del Chao Phraya, en el mismo río que atraviesa la capital del país, se encuentra Ayutthaya o, mejor dicho, las dos Ayutthayas. Por un lado, está la ciudad nueva, moderna y llena de edificios representativos, que bulle de frenética actividad a todas las horas del día. Y, por otro, está el Parque Histórico de Ayutthaya, un lugar lleno de magia e impregnado del aroma del incienso y de la historia, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1991. En él podemos contemplar los vestigios de la grandeza que tuvo esta ciudad en la época en que era capital del reino de Siam, entre los que destacan sus impresionantes templos.
Wat Phra Sri Sanphet es uno de los más visitados, y el más fácil de reconocer gracias a sus tres torres o chedis, dos de ellas construidas por Ramathibodi II para albergar los restos mortales de su padre y de su hermano. Posteriormente, Bomromracha IV mandó levantar la tercera para conservar los restos del rey que había iniciado la obra. Antiguamente había un Buda de 16 metros de alto recubierto de oro, pero la invasión birmana la hizo “desaparecer”. Otros templos que merece la pena visitar dentro del Parque Histórico de Ayutthaya son el de Wat Mahathat, o Templo de la Gran Reliquia, entre cuyas ruinas se puede ver una cabeza de Buda inexplicablemente sujeta por las raíces de un árbol; el de Wat Chaiwatthanaram, que cuenta con una torre principal o prang de 35 metros de altura y con más de 100 figuras de Buda, muchas de ellas decapitadas por los soldados birmanos, y el Templo Yai Chai Mongkhon, uno de los mejor conservados del parque y que alberga una colosal escultura de Buda recostado.
Lo cierto es que el Parque Histórico de Ayutthaya es el principal reclamo turístico de este lugar, pero no por ello debemos olvidarnos del patrimonio cultural y de los sitios de gran interés que alberga la ciudad nueva de Ayutthaya. En ella podemos encontrar el Museo Nacional Chao Sam Phraya, que cuenta con una impresionante colección de objetos de la época en que Ayutthaya era la capital del reino de Siam. También está el Palacio Real Bang Pa-in, que pese a su nombre no es la residencia de ningún rey, sino que se usa para algunos actos solemnes muy espaciados en el tiempo, por lo que está abierto al público. Y, por supuesto, el divertido y bullicioso mercado flotante de Khlong Sra Bua, que cuenta con más de 200 puestos en los que se puede comprar todo tipo de artículos, desde objetos de artesanía hasta frutas y verduras de la región.
Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en esta ciudad han demostrado que ha estado habitada permanentemente desde hace al menos 1.200 años. Esto la convierte en una de las ciudades más antiguas del país y, por tanto, una de las que cuentan con mayor patrimonio histórico y cultural. Pero en Lopburi, anteriormente conocida como Lavo, hay otro poderoso reclamo además de la historia y la arquitectura, los monos, que se cuentan por cientos y que campan a sus anchas por toda la ciudad.
El templo Phra Prang Sam Yot es, seguramente, el edificio más representativo de Lopburi, y uno de sus lugares más visitados. Fue construido por los jemeres en el Siglo XIII como un templo hinduista, y de hecho se considera que sus tres grandes torres, llamadas prangs, simbolizan a los tres dioses principales del hinduismo: Brahma, Visnú y Shiva. Algo similar ocurre con el templo Wat Phra Sri Mahathat: también fue construido por los jemeres, en este caso un siglo antes, y también tuvo un origen hinduista. Fue el rey Narai quien, en 1664, instauró el budismo en Lopburi y convirtió ambos santuarios en templos consagrados a Buda. Y precisamente a este monarca le debemos el Palacio Phra Narai Ratchaniwe, otro de los enclaves más importantes de la ciudad. Aunque no está bien conservado, en parte por culpa de los traviesos monos, todavía se aprecia la mezcla de elementos tradicionales de la arquitectura tailandesa con las influencias francesas, seña de identidad de los edificios construidos bajo el reinado de Narai.
Dado que uno de los preceptos de la religión budista es el respeto a todos los seres vivos, ni las autoridades ni los habitantes de Lopburi hacen nada para ahuyentar a los monos, que se han convertido en los auténticos amos de la ciudad. Tanto es así, que todos los años, durante la última semana de noviembre, se celebra el Lopburi Monkey Festival. La gente de Lopburi se echa a las calles para realizar ofrendas gastronómicas a estos simios, de forma que en cada esquina se amontonan cientos de monos que engullen las frutas y verduras que sus “conciudadanos” les han obsequiado. Además, se hacen procesiones y espectáculos de danza en honor a los animales. Todo muy festivo y divertido, y tan popular que atrae cada año a cientos de visitantes. Los monos están totalmente acostumbrados a las personas, así que no constituyen un peligro para los turistas. Pero, eso sí, conviene observarlos y fotografiarlos desde lejos, porque si se sienten amenazados o piensan que se les va a quitar la comida pueden reaccionar con agresividad.
Existe un lugar mágico en medio de la gran llanura central de Tailandia, un sitio lleno de historia y de leyendas en el que todo viajero debería detenerse durante su camino hacia el norte del país. Se trata del parque histórico de Sukhotai, un sitio arqueológico en el que se pueden contemplar los vestigios de la que fuera primera capital del reino de Siam.
Este parque, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1991, tiene aproximadamente 70 kilómetros cuadrados de superficie, y en su interior hay un total de 193 edificios que datan de la época en que Sukhotai era la capital del reino de Siam (1257-1379). Entre ellos, destacan el Museo Nacional Rama Khamhaeng, que alberga numerosos objetos históricos encontrados entre las ruinas de la ciudad, y el templo Wat Mahathat, el más importante de los que se encuentran en el interior del recinto. Resulta impresionante la imagen de Buda sentado que se puede ver en la parte oriental del templo. Además de estos dos edificios, merece la pena visitar los restos de otros santuarios, como los de Wat Si Sawai, Wat Sra Si o Wat Chana Songkram. Dadas las dimensiones del parque histórico de Sukhotai, la mejor forma de conocer sus ruinas y sus senderos parcialmente cubiertos de vegetación es en bicicleta. El medio de transporte tailandés por excelencia ayudará a convertir la jornada en una experiencia inolvidable.
Uno de los edificios más importantes, visitados y fotografiados del parque histórico de Sukhotai es el templo Wat Si Chun. Aunque no se encuentra en el interior del recinto, este santuario es una visita obligada para todo aquel que se acerque a conocer el parque. El paso de los siglos ha hecho mella en el templo, y tanto su techo como las partes superiores de algunas de sus columnas han desaparecido. Sin embargo, la enorme imagen de Buda se mantiene prácticamente en perfecto estado. Sus 15 metros de altura la convierten en una estatua colosal, y una estrecha escalera disimulada en el muro permite ascender hasta la cabeza de Buda. Esta enorme escultura de color blanco recibe el nombre de Phra Achana, que viene a significar “el que no se asusta”.
Cuesta trabajo creer que una ciudad como esta, con una población de apenas 70.000 habitantes, pueda albergar tantos lugares de interés turístico. De todos ellos, seguramente sea el templo Wat Phra Kaew el más visitado y conocido. Al menos, es el santuario más sagrado para los habitantes de Chiang Rai. Otro templo muy recomendable es el Wat Rongkun, al que se le conoce como Templo Blanco porque está recubierto de miles de pequeños cristales que lo hacen resplandecer bajo la luz del sol.
Se empezó a construir en 1997 y, al igual que la Sagrada Familia de Barcelona, todavía está sin terminar. También de reciente construcción es el Templo Azul de Chiang Rai, o Wat Rong Suea Ten, un santuario a las afueras de la ciudad que combina con acierto los elementos típicos de la arquitectura tailandesa tradicional con ciertas reminiscencias barrocas. Y para acabar con esta triada de edificios de colores, otra visita interesante en Chiang Rai es la Casa Negra, un impactante conjunto de edificios proyectados por el vanguardista arquitecto Thawan Duchanee. Una experiencia verdaderamente inolvidable en Chiang Rai no estaría completa sin un paseo por el río Kok a bordo de un barco tradicional tailandés. Este es el medio de transporte perfecto para visitar las aldeas que salpican las orillas del río, en las que viven comunidades de algunas de las etnias locales, como la Karen o la Lahu.
Gracias a su ubicación en el extremo septentrional del país, Chiang Rai es el punto de partida perfecto para hacer una excursión al Triángulo de Oro. Este llamativo nombre hace referencia al lugar exacto donde se juntan las fronteras de Tailandia, Laos y Myanmar, y se encuentra a solo unos 70 kilómetros del centro de Chiang Rai. Hace años, era un lugar repleto de plantaciones de opio, que controlaban las mafias de la zona para elaborar heroína y exportarla a Europa y Estados Unidos. Las autoridades tailandesas, sobre todo la familia real, lucharon encarnizadamente contra estos narcos, hasta finalmente derrotarlos. Hoy en día, todas esas plantaciones han sido sustituidas por otras de frutas, verduras y flores, y las penas por tráfico de drogas en el país son de las más duras del mundo. El punto exacto donde coinciden las fronteras está en una elevación del terreno, por lo que se puede disfrutar de unas vistas espectaculares de los tres países y del río Mekong. Río por el que, por cierto, se puede navegar en un barco tradicional para terminar de convertir la experiencia en un auténtico top del viaje.
Si la comparamos con Bangkok, Chiang Mai puede parecer una ciudad diminuta, sin embargo está considerada la capital del norte de Tailandia, gracias a su patrimonio cultural, a su atractivo turístico y a los espacios naturales que se encuentran en sus alrededores. Con una población de cerca de 150.000 habitantes, Chiang Mai fue antaño la capital del reino de Lanna, por lo que puede presumir de sus templos, palacios y edificios históricos.
El templo budista de Wat Chiang Man es el más antiguo de la ciudad, y uno de los más visitados. Fue mandado construir por el rey Mengrai a finales del Siglo XIII, y se conserva en muy buen estado. Su estupa está rodeada por 16 elefantes tallados en piedra, y en su interior hay dos imágenes sagradas de Buda. Por su parte, el templo de Chedi Luang es famoso por ser el lugar que albergó durante años el Buda Esmeralda que hoy se puede ver en Bangkok. Además, cuenta con una estupa que supera en altura a la de Wat Chiang Man. También merece la pena visitar el templo de Wat Phra Singh, para ver la imagen de Buda que allí se encuentra, la más importante y sagrada de Chiang Mai. Capítulo aparte merece el templo de Wat Phrathat Doi Suthep. Cuenta la leyenda que hace muchos años se colocó una reliquia del mismísimo Buda sobre un elefante, y se le dejó caminar y caminar hasta que se detuvo para barritar y, a continuación, acostarse. Este santuario fue construido, precisamente, en el lugar donde lo hizo. El templo está a más de 1.000 metros sobre el nivel del mar, por lo que desde él se puede disfrutar de unas magníficas vistas de la ciudad y sus alrededores.
A la lista de templos budistas que hemos repasado habría que añadir algunos más, como los de Wat Phan Tao, Wat Prasat, Wat Suan Dok o Wat Chet Yot, siempre y cuando nuestra agenda viajera lo permita. En cualquier caso, no todo en Chiang Mai ha de ser espiritualidad, cultura e historia. Una buena idea para terminar el día es pasarse por el bazar nocturno de la ciudad. Entre sus incontables puestos se pueden encontrar productos y mercancías de todo tipo, desde trajes tradicionales tailandeses hasta frutas tropicales, pasando por zapatos, relojes, objetos de artesanía local, telas de mil colores y antigüedades de lo más variopinto.
La de los elefantes caminando en medio de la selva es, sin duda, una de las primeras imágenes que acuden a nuestra mente cuando pensamos en un viaje a Tailandia. Pues bien, en el Maesa Elephant Camp, cerca de la ciudad de Chiang Mai, esa imagen se hará realidad. Tanto, que se convertirá en uno de los recuerdos más bonitos e imborrables de nuestra aventura en el sudeste asiático.
Este centro, fundado en 1976, acoge a un gran número de elefantes, los domestica y los educa para que aprendan a realizar trabajos pesados, como mover rocas grandes o troncos de árbol. Al mismo tiempo, estos paquidermos son adiestrados en distintas disciplinas artísticas, para que puedan ofrecer a los visitantes un espectáculo realmente insólito. Algunas de las cosas que los elefantes han aprendido a hacer son jugar al fútbol, tirarse al suelo y fingir que están dormidos, o bailar. Sí, sí, bailar. Aunque parezca increíble, estos enormes animales han aprendido a realizar una danza ciertamente graciosa al ritmo de la música. Pero eso no es todo: los mahuts, o entrenadores de elefantes, les han enseñado a manejar sus trompas con tal precisión que los paquidermos son capaces de coger objetos pequeños y frágiles y cambiarlos de sitio, masajear a los cuidadores delicadamente, y sujetar un pincel y moverlo sobre un lienzo hasta conseguir un resultado asombrosamente artístico. Los elefantes más pequeños incluso pueden lanzar dardos con la trompa y clavarlos en una diana. Para redondear la experiencia, el Maesa Elephant Camp ofrece a los visitantes la oportunidad de dar un paseo por el bosque y atravesar el río a lomos de uno de estos simpáticos animales.
Existen dos especies de elefantes en el mundo: los africanos (Loxodonta africana) y los asiáticos (Elephas maximus). Lógicamente, los que podremos conocer en el Maesa Elephant Camp son de esta última. Son fáciles de distinguir, porque son de menor tamaño, presentan dos bultos en la cabeza, y sus orejas son más pequeñas que las de los africanos. Se calcula que existen alrededor de 500.000 elefantes africanos y solo 30.000 asiáticos, por lo que se la considera una especie en peligro de extinción. Aunque son famosos por su gran memoria, y tienen muy desarrollados los sentidos del oído y del olfato, los elefantes no pueden presumir de su vista. Solo ven con claridad los objetos que se encuentran a distancias inferiores a diez metros, y prácticamente no ven nada a partir de 20. Su corazón late muy despacio, a menos de 30 pulsaciones por minuto, pueden llegar a ingerir hasta 300 kilos de comida diariamente, y aunque su copulación dura solo 20 segundos, su periodo de gestación es de 22 meses.
Esta es, con toda seguridad, una de las experiencias más memorables de todas las que vivirás en tu gran viaje a Tailandia. Conocerás de primera mano el poblado de las llamadas “mujeres jirafa”, y podrás fotografiar -y retener en la memoria para siempre- la imagen de sus cuellos larguísimos, envueltos en varios anillos de metal.
Cuando son niñas, las hembras de la tribu Padaung, una rama de la etnia Karen, reciben su primer anillo metálico. A los cinco años de edad, sus padres deciden si se los pondrán o no, y a partir de ese momento se van añadiendo aros y más aros hasta que sus cuellos ya no den más de sí. Nunca se los quitan, ni siquiera para bañarse ni para dormir, y existe la creencia de que la mujer que no los lleve tendrá mala suerte en la vida, no gozará de buena salud y será propensa a las infidelidades. Aunque la sensación visual es que los cuellos de las mujeres jirafa son larguísimos, en realidad no lo son. Su longitud es la normal, lo que ocurre es que los aros de metal, que pueden llegar a pesar diez kilos en una mujer adulta, deforman la columna vertebral y los músculos de los hombros, hundiéndolos y provocando ese efecto tan curioso que les ha granjeado a las mujeres Padaung su sobrenombre de jirafas.
La historia de las mujeres jirafa es ciertamente peculiar, además de un tanto triste. En realidad no son tailandesas, sino birmanas. La etnia Karen, a la que pertenece la tribu Padaung, nunca ha reconocido la autoridad de los militares que han venido gobernando Myanmar durante las últimas décadas con mano de hierro. Por ello, los miembros de este colectivo han sufrido continuas represiones violentas, y buena parte de ellos huyeron en los años 80 y 90, buscando asilo en los campos de refugiados del norte de Tailandia. Debido a la popularidad de las mujeres jirafa entre los turistas, el gobierno tailandés permitió que muchas de ellas se establecieran en varias aldeas de la zona, para que los viajeros pudieran ir a conocerlas sin tener que entrar en un campo de refugiados. Actualmente, también se les permite vender recuerdos y souvenirs para subsistir. Lo que las mujeres jirafa no tienen de momento es nacionalidad ni estatus jurídico: no están reconocidas como ciudadanas birmanas ni como tailandesas.
El sur de Tailandia se caracteriza fundamentalmente por la belleza de sus costas, tanto las de la parte continental del país como las de sus cientos de islas. Más concretamente, en esa porción de mar que está a caballo entre los océanos Índico y Pacífico, y que recibe el nombre de Golfo de Tailandia, se despliega el archipiélago de Ang Thong
Este conjunto de islas, situadas muy cerca de Koh Samui, son el ejemplo perfecto de esa belleza natural de la que hablamos. Aquí se encuentra el Parque Nacional de Mu Ko Ang Thong, una espectacular reserva natural formada por 42 islas prácticamente vírgenes. Realizar una excursión de un día a este lugar puede ser la experiencia inolvidable que estabas buscando. Una de las principales ventajas que tiene este parque es que sus islas están bastante cerca unas de otras, por lo que en un mismo día se puede ir a conocer varias. El punto de partida es Koh Wua Ta Lap, la isla principal, donde es imprescindible subir al Ang Thong View Point, un mirador desde el que se tienen unas vistas espectaculares. Otro de los puntos clave de este lugar es la isla de Mae Koh, cubierta de espesa vegetación y de senderos que la recorren, ideales para pasear en plena naturaleza. Aquí se encuentra el lago de agua salada Thale Nai, que significa literalmente Laguna Esmeralda, y una playa de esas que no parecen reales de lo bonitas que son. Hay otras dos islas que merecen una mención especial: Koh Sam Sao y Koh Phi. La primera destaca sobre todo por lo que hay bajo las cristalinas aguas que la rodean, bellísimos arrecifes de coral y todo tipo de peces de colores. Koh Phi, por su parte, está llena de cuevas marinas y pequeñas calas preciosas. Si quieres verlas todas, lo mejor es alquilar un kayak y remar de una a otra admirando su belleza.
Mágica, animada y llena de encanto, así es Koh Samui, una pequeña gran isla situada en el Golfo de Tailandia. Está repleta de los mejores servicios e instalaciones, y cuenta con toda clase de restaurantes, clubes nocturnos, gimnasios, spas y centros donde recibir clases de yoga o de cocina thai. Pero si de algo puede presumir Koh Samui es de sus paradisiacas playas. Gracias a ellas, además, esta isla se ha convertido en los últimos años en un destino turístico de primer nivel.
Chaweng Beach es, seguramente, la playa más famosa y visitada de la isla. Sus tres kilómetros de largo, su arena blanca y sus increíbles aguas transparentes son motivos de peso para que lo sea. Además, al estar en las inmediaciones de una zona urbana, cuenta con una vida nocturna de lo más animada. Hay otra playa que le disputa a la de Chaweng el primer puesto: Lamai Beach. Aunque suele haber menos gente y menos movimiento, cuenta con los mismos servicios de calidad que la primera. Y encima tiene algo único que hace que todo el mundo quiera ir a conocerla. Se trata de las “Grandpa and Grandma rocks”, unas grandes rocas que, por caprichos de la erosión, tienen forma de genitales masculinos y femeninos, respectivamente. El gran Buda que se encuentra en un santuario al norte de la isla da nombre a otra de sus playas más bonitas y concurridas: Big Buddha Beach. Familias y mochileros se tuestan al sol sobre su arena blanca rodeada de palmeras. Al lado de esta se halla la playa de Bophut, muy animada y envuelta en glamour, gracias a las lujosas tiendas y caros restaurantes que hay a su alrededor. Quienes buscan experiencias más tranquilas, y quieren pasar el día en una playa con poca gente, por la que pasear sobre la arena blanca y escuchar el murmullo de las olas, suelen escoger Maenam Beach, Lipa Noi o Silver Beach. Tres paraísos menos conocidos y visitados, pero igualmente bellos.
Lo que verán tus ojos en Koh Samui no ha estado siempre ahí. De hecho, el desarrollo turístico de la isla, y con él el económico, se originó a partir de los años 70. Por aquel entonces, ni siquiera había carreteras pavimentadas, y los habitantes del lugar vivían tranquila y sencillamente, dedicándose en su gran mayoría a pescar y a recolectar cocos. Pero quiso el destino que un grupo de mochileros occidentales, que viajaban por Tailandia dejándose llevar por el instinto y las ganas de ver mundo, pusieran sus pies de forma casi accidental en la isla. Cuando se encontraron con aquel despliegue de belleza natural con las playas de arena fina y dorada, rodeadas de una exuberante selva tropical, se enamoraron perdidamente de Koh Samui. Estos mochileros les contaron su experiencia a otros mochileros, y estos a sus familias, y las familias a los vecinos, y los vecinos a los compañeros de trabajo. Total, que en solo unos años Koh Samui se convirtió en uno de los sitios más visitados del sur de Tailandia, y hoy en día cuenta con todos los servicios imaginables, incluyendo resorts de lujo, restaurante de fama internacional, clubes de golf…
El plan de viaje a tu alcance
- Sin comidas
- Bangkok
- -
- Bangkok
- Desayuno.
- Bangkok
- Desayuno
- Bangkok
- Visita ciudad, Templos y Palacio Real
- Desayuno, almuerzo y cena
- Phra Nakhon Si Ayutthaya
- Paseo en lancha por el canal Maha Sawat
- Palacio de Verano
- Desayuno, almuerzo y cena
- Phitsanulok
- Parque Histórico de Ayutthaya
- Templo de los monos
- Desayuno, almuerzo y cena
- Sukhothai
- Chiang Rai
- Parque Histórico de Sukhothai
- Templo de Phitsanulok
- Desayuno, almuerzo y cena
- Chiang Mai
- Wat Rong Khun conocido como Templo Blanco
- Triángulo del Oro y Casa del Opio
- Templo Azul o Templo del Tigre Danzante
- Wat Doi Suthep
- Desayuno, almuerzo y cena
- Chiang Mai
- Santuario de elefantes
- Fábricas de artesanía
- Cena Kantoke
- Desayuno.
- Ko Samui
- Desayuno.
- Ko Samui
- Desayuno.
- Ko Samui
- Según itinerario
- España
¿Quieres saber más de Tailandia?
La cocina tailandesa es, actualmente, una de las más populares y mejor valoradas del mundo. En todas las grandes ciudades de Occidente surgen cada día nuevos restaurantes de cocina thai, que no hacen sino poner de manifiesto el peso culinario de esta insólita gastronomía.
El recetario tradicional del país es muy variado, y se caracteriza por la profundidad de sus sabores, por el empleo de hierbas aromáticas y especias en abundancia, y por lo picantes que pueden llegar a ser algunos de sus platos. La lista de ingredientes de la cocina thai no está sometida a los mismos límites que imponemos en Occidente, y sus chefs mezclan sin complejos los sabores salados con los dulces y los agrios. El arroz jazmín, el cilantro, la salsa de pescado, la leche de coco, los chiles y las frutas tropicales como la papaya, el mango o la lima keffir son algunos de los elementos que hacen de esta gastronomía una de las mejores del mundo. El más famoso de los platos tailandeses es el pad thai, unos fideos fritos con verduras o con carne, pero el abanico de combinaciones es casi infinito. Como valor añadido, hay que decir que por todo el país existen puestos de comida callejera, en los que disfrutar, a cambio de unos pocos bahts, de la auténtica gastronomía local.
Tailandia en general y Bangkok en particular se encuentran entre los mejores destinos del planeta para ir de shopping. Las tiendas, centros comerciales, mercados y bazares del país se cuentan por miles.
En la capital destacan CentralWorld, Siam Paragon, Terminal 21, Platinum Fashion Mall y MBK, centros comerciales lujosos, enormes y bien surtidos de todas las tiendas imaginables. Pero también están los comercios del casco histórico de estilo colonial de Phuket Town, las encantadoras tiendecitas de Fisherman’s Village, en Koh Samui, los mercadillos callejeros de Chiang Mai, de Krabi y de Chiang Rai, y, por supuesto, los pintorescos mercados flotantes que hay por todo el país. El de Damnoen Saduak, a las afueras de Bangkok, es uno de los más importantes, aunque también destacan los de Khlong Sra Bua, en Ayutthaya y los de Rim Klong y Don Wai, en Nakhom Pathom.
Es importante tener en cuenta que, si tus compras superan los 2.000 bahts, te puedes descontar el 7% de IVA en la misma tienda rellenando un impreso. Además, los turistas internacionales tienen un 5% de descuento. Los comerciantes a veces se “olvidan” de decirlo, pero si les refrescamos la memoria nos aplicarán la rebaja correspondiente.
Hay un gran número de días festivos en Tailandia, que por norma general combinan religión y diversión a partes iguales. Estas son algunas de las fiestas más importantes:
• 1 de enero. Aunque tienen su propio año nuevo, en las zonas más turísticas se celebra el comienzo del año para los occidentales por todo lo alto.
• 6 de abril. Se conmemora la toma de posesión del rey Rama I.
• 13-15 de abril. El Songkran es el Año Nuevo budista, y los tailandeses lo celebran haciendo guerras de agua por todo el país.
• 1 de mayo. Como nosotros, los tailandeses celebran el Día del Trabajo. Muchos comercios cierran.
• Mayo. Coincidiendo con la luna llena se celebra el Visakha Pucha, una fiesta budista.
• Luna llena de julio. Se conmemora el primer sermón de Buda, la fiesta se llama Asaha Pucha.
• 12 de agosto. Es el aniversario de la reina, y todo el país sale a la calle a celebrarlo con sus mejores galas.
• Luna llena de noviembre. Los tailandeses celebran el Loi Krathong poniendo pequeños barquitos con velas en los ríos, canales y lagos de todo el país.
• Última semana de noviembre. La ciudad de Lopburi rinde homenaje a los monos en el Lopburi Monkey Festival.
• 10 de diciembre. Día de la Constitución.
Para viajar a Tailandia, los ciudadanos de la Unión Europea no necesitan ningún visado ni permiso especial, siempre y cuando su estancia en el país vaya a tener una duración inferior a 30 días. El único requisito para entrar en el país es tener el pasaporte en regla y con una validez mínima de seis meses a partir de la fecha de entrada. Si piensas pasar en Tailandia más de 30 días, o si el motivo de tu viaje no es turístico, puedes informarte de las condiciones en la embajada del país en España.
Prácticamente en todos los comercios, hoteles y restaurantes de Tailandia se acepta el pago con las tarjetas de crédito más habituales, como Visa, MasterCard o American Express. Al menos, en las zonas habituadas a recibir turistas. No obstante, es aconsejable disponer de dinero en efectivo para las pequeñas compras en los mercadillos, en los puestos de comida callejera o en las tiendas de recuerdos de las aldeas rurales. Podrás sacarlo de los cajeros automáticos de los bancos con tu tarjeta de crédito, o en las ventanillas interiores presentando también tu pasaporte original o una fotocopia.
Para evitar problemas desagradables, lo mejor es apuntar en un papel o en el móvil los teléfonos de las entidades emisoras de tus tarjetas de crédito. Así, si se da el caso de que pierdas o te roben alguna, podrás llamar inmediatamente a tu banco y pedir que la bloqueen.