
Uzbekistán: Hacia la Ruta de la Seda
- Duración
- 11 días
- Tipo de circuito
- Circuito


Todos hemos oído hablar alguna vez de la legendaria Ruta de la Seda, y hemos leído historias increíbles sobre mercaderes que vivían cientos de aventuras recorriéndola. Pero, realmente, ¿qué sabemos de ella? ¿Cuáles eran los misterios que escondía y cuál era su importancia comercial? Gracias a este circuito único, tendremos la oportunidad de aprender mucho sobre la Ruta de la Seda. Comenzaremos explorando los puntos clave de Tashkent, la capital de Uzbekistán y su ciudad más poblada. Conoceremos, por ejemplo, el Complejo Arquitectónico Khasti Imom y las madrasas de Barak Kan, Kafal Shahi y Kukaldosh, así como los lugares más representativos de la ciudad nueva: el Palacio del Príncipe Romanov, el Arco Ezgulik, el Monumento de la Independencia y el Humanitarismo o el Memorial de la II Guerra Mundial. Tras nuestro paso por Tashkent, nos dirigiremos a Khiva, donde pasaremos dos días recorriendo el interior del Complejo Arquitectónico de Itchan-Kala, un recinto amurallado que hace las veces de una ciudad dentro de la ciudad.
Después de esta gran aventura, Uzbekistán pasará de ser un país casi desconocido a ocupar un lugar privilegiado en nuestro diario de viajes
Nuestro siguiente destino será Bukhara y, para llegar hasta allí, atravesaremos el Desierto de Kyzyl-Kum, recorriendo la senda por la que hace siglos circulaban las caravanas de la Ruta de la Seda. Una vez en Bukhara, dedicaremos dos jornadas completas a conocer lo mejor de la ciudad. Visitaremos, entre otras maravillas, la Mezquita Bolo Hauz, las Madrasas Ulughbek y Abdullazizkan, la Cúpula Toki Zargaron, el Mausoleo de los Samani, el sepulcro de Bahouddin Nakshbandi y la Residencia de verano del Emir de Bukhara. Cuando estemos empezando a pensar que ya lo hemos visto todo, recibiremos una grata sorpresa: nos dirigiremos a Samarcanda, uno de los platos fuertes del viaje. Allí nos esperan la Plaza Registan, repleta de bellas madrasas y emplazamiento del Mausoleo Guri Emir; el Bazar Siab, siempre animado y lleno de actividad; la Mezquita Bibi-Khonum, y el maravilloso Complejo Arquitectónico Shakhi-Zinda.
Emociones nuevas en tu viaje
El 31 de agosto de 1991 marcó el comienzo de una nueva era en la capital de Uzbekistán, una fecha conmemorada por la enorme Plaza de la Independencia y Eternidad, todo un símbolo histórico y patriótico en este país de Asia Central. Allí podrás contemplar el Monumento de la Independencia y el Humanitarismo (un obelisco de granito con un globo terráqueo) inaugurado en esas fechas, el centro de una ambiente agradable entre fuentes y zonas verdes, muy recomendable para el paseo: de hecho, una serie de arcos presente en la plaza (el Arco Ezgulik) está decorada, en su parte superior, por figuras de cigüeñas, símbolo de paz y tranquilidad. También podrás ver, a los pies del Monumento de la Independencia, el Monumento de la Madre Feliz, otro ejercicio de simbolismo en el que la mujer representa a la patria y la tradición, y el niño, al futuro. Y, muy cerca, el emocionante Memorial que contiene los Libros de la Memoria, donde figuran en letras doradas los nombres de los más de un millón de compatriotas que murieron durante la II Guerra Mundial.
Esta zona de la capital uzbeka te permitirá conocer también enclaves como el Palacio del Príncipe Romanov (Gran Duque Nikolai Konstantinovich Romanov), diseñado, a finales del siglo XIX por los arquitectos Geyntselman y Benois, responsables de otros distinguidos edificios de la zona. En la actualidad no se puede visitar, ya que se dedica a actos protocolarios de Asuntos Exteriores, pero sí pasear por sus alrededores de zonas verdes. Aún te quedará tiempo para contemplar otros destacados enclaves de la ciudad, como las plazas de la Ópera y el Ballet y la espectacular Amir Temur, donde se encuentran los famosos carrillones, unos de los símbolos de la ciudad

Pocos países en el mundo han tenido una historia marcada por el paso de tantos imperios y culturas como la de Uzbekistán, con una privilegiada situación estratégica en el corazón de Asia y una extraordinaria composición orográfica en la que impresionantes montañas destacan en enormes estepas y zonas desérticas. Un territorio, con enclaves legendarios como Samarcanda, por el que pasaron figuras históricas como Alejandro Magno, Gengis Khan y Tamerlán y ocupaciones de pueblos árabes y persas, hasta la ocupación por parte de la rusa zarista y de la revolución rusa. Toda una peripecia histórica que, en el 21 de diciembre de 1991, mutó en una nueva era para el pueblo uzbeko que, en la actualidad, cuenta con una mayoría (en torno al 90%) musulmana sunita: una población hospitalaria y acogedora en una zona que se abre cada vez más al turismo internacional.
El recorrido por la capital del país te va a permitir conocer varios enclaves interesantes de la que fuera parte de la legendaria Ruta de la Seda entre Asia y Europa, en un entorno en el que te sorprenderá el continuo contraste entre tradición y modernidad. Por ejemplo, el complejo arquitectónico Khasti Imom, con orígenes en el siglo XVI y fiel representación de la cultura e idiosincrasia autóctonas, objeto de restauración en este siglo y que acoge el célebre ‘Corán de Osmán’, escrito en piel de venado, considerado entre los más antiguos y protagonista de una legendaria historia, propia de un libro de aventuras, por su importancia y trascendencia.
Otros puntos de interés de la capital uzbeka son sus madrasas, escuelas religiosas de gran importancia en este país, de mayoría musulmán suní. Como la Madrasa Barak Kan, del siglo XVI, en pleno casco antiguo, llamada así como reconocimiento al gobernador que ordenó construirla (‘Barak-Kahn’ significa ‘Gobernante Afortunado’). Kafal Shahi, más antigua aún (siglo XV) y Kulaldosh son otras destacadas madrasas que merece la pena visitar, además de hitos en el país como Muyi Muborak, la Mezquita Blanca, la Biblioteca y el Mercado Oriental Chorsu (‘cuatro caminos’ o ‘cuatro arroyos’), indispensable lugar a visitar, con más de dos milenios de tradición y en el que se pueden encontrar todo tipo de productos gastronómicos y artesanales uzbekos. Un gran día, sin duda, en una ciudad marcada por la huella del Islam, por la invasión mogola, el dominio de los zares por su etapa en la antigua U.R.S.S… Una gran capital para la tierra de la mítica Samarcanda (la segunda ciudad más grande del país).
Además de Tashkent, Khiva (o Jiva) es otra de las ciudades uzbekas que te sorprenderán. Al suroeste de Uzbekistán, fue la antigua capital de la región histórica de Corasmia y del Kanato de Jiva (el kanato se corresponde al gobierno de un Kan, al igual que el de sultanato a un Sultán). En ella destaca el Complejo Arquitectónico de Ichan-Kala (Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO dese 1990), la zona que supone una especie de ciudad dentro de la ciudad, entre altas murallas en lo que fue un oasis que ofrecía descanso a las caravanas que se dirigían hacia Irán. El minarete Kalta Minor, pequeño y ancho y muy colorido, es uno de los símbolos de la ciudad, así como el Castillo Kunya Ark (“antigua fortaleza”), que acogía la sede institucional del poder en la ciudad.
También destacan, como en otras partes del país, las madrasas (escuelas islámicas), en este caso las de Mohammed Rahim Khan (mandada por construir por este gobernante que patrocinó las ciencias y las artes); la de Muhammad Amin-Khan (extraordinaria); la de Islam Khodja, que cuenta con un excepcional minarete y la Allakuli Khan (o Ali Kuli Khan), considerada la más hermosa de todas: aloja el Museo de la Medicina dedicado al sabio persa Avicena (980-1037), uno de los precursores de la medicina. También podrás disfrutar de tu paso por el Complejo Arquitectónico Tash Hovli, construido en el siglo XIX, y por el Mausoleo de Phalavan Mahmud (entre los siglos XIV y XVII) y la Mezquita Juma. Todo un paseo por la historia y la tradición de este privilegiado enclave en pleno corazón de Asia Central.

La madrasa de Muhammad Amin-Khan, al oeste de la zona de Ichan Kala, es otro de los destacados puntos de interés de Khiva, y te sorprenderá durante tu recorrido por este barrio antiguo reconocido por la UNESCO. Construida a mediados del siglo XIX, es la más grande de toda Asia Central (en línea con el gusto de Amin-Khan por realizar obras grandiosas y que dejasen huella), con cinco cúpulas, todo un motivo de orgullo para los uzbekos, con 125 hujras (pequeñas habitaciones en las que se alojaban los peregrinos) que llegaban a acoger a decenas de estudiantes del Corán. Otra experiencia para el recuerdo en esta fascinante ruta por Uzbekistán, que te permitirá disfrutar de un té o un refresco entre visita y de disfrutar del atardecer desde las alturas.
Bukhara (o Bujará) cuenta con otro centro histórico reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad (hay cuatro en Uzbekistán), en este caso en 1993 y destaca por ser el segundo centro mundial de peregrinación islámica en Asia Central, después de La Meca (ha llegado a tener más de 350 mezquitas y 100 madrasas). Por ello, en esta ciudad, reconocida como la más bella en la legendaria Ruta de la Seda, se recomienda visitar mezquitas como las de Bolo Hauz (una edificación impresionante, de planta rectangular), Mir-i-Arab (impresionante, como sucede cuando está iluminada por la noche) y Magoki Attory, considerada la más antigua de la ciudad, todo un legado histórico.
También podrás pasar por el Mausoleo de los Samánidas, uno de los más antiguos del país, mandado construir por Ismail Samaní, el fundador de la dinastía de los Samánidas, o el Mausoleo Chor Bakr, parte de una necrópolis situada a cinco kilómetros de la ciudad. Otro destino muy recomendable es el mausoleo Chashma-Ayub (“la fuente de Job”) en el centro urbano, en el que se encuentra una fuente a la que se atribuye tanto un origen milagroso como propiedades curativas. Una jornada en Bukhara se fijará en tu recuerdo, con enclaves como los descritos o muchos otros, como, por ejemplo, la legendaria ciudadela-fortaleza Ark, situada a 20 metros de altura y bastión defensivo ante todo tipo de invasiones. Y, como en el resto del país, de mayoría musulmana suní, los minaretes (Kalyan); las cúpulas (Toki Zargaron, Toki Telpak y Toki Sarafon) y las madrasas (Ulughbek, Abdullazizkan y Furushon), además de la Residencia de Verano del Emir y el complejo arquitectónico de Lyabi Jauz, saldrán a tu encuentro en cualquier recodo del camino. Tendrás muchas opciones para disfrutar de este día en tierras uzbekas.

Cerca de Bukhara, a solo 30 kilómetros, se encuentra otro de los lugares a visitar en esta zona del planeta: el Mausoleo de Bahouddin Nakshbandi, construido en el siglo XVI en honor de un místico sufí (doctrina del islam) que vivió en el silgo XIV y al que se le atribuían capacidades milagrosas. Muchos le consideraban el santo protector de Bukhara. Como curiosidad de este emplazamiento (restaurado a primeros del siglo XX para salvarlo de la desaparición), cuenta con un tronco de árbol en torno al cual los fieles daban tres vueltas, para dejar algo de dinero, coger una astilla y esperar esta divina protección. Todo, en un entorno en plena naturaleza, con presencia de mezquitas (como las de Muzaffarkhan y Hakim Kushbegi, de gran belleza) y madrasas, cercano al Palacio de Verano del Emir, construido a primeros del XX. En todo caso, una buena elección para disfrutar de un interesante y relajante día de viaje en el corazón de Asia Central.
Samarcanda se asocia con exotismo y lujo, con misterio y elegancia. Y de todo ello es símbolo la imponente Plaza del Registán, en pleno corazón de la ciudad. No es solo su magnitud ni la belleza de sus edificios: es la elegancia, la armonía inimitable de un conjunto arquitectónico que deslumbra nada más atisbarse en la distancia. En la Plaza Registán se levantan tres escuelas coránicas, también conocidas como madrazas, que compiten en belleza y exotismo.
La primera en construirse fue la madraza Ulugbek (1417-1420), donde tenía especial importancia la observación astronómica. Algunos de sus alumnos más destacados fueron el poeta Abdurrahman Djami y el jeque Jodzha Ahrar. Le sigue en el tiempo la madraza Sher-Dor, del siglo XVII, decorada con adornos vegetales, inscripciones islámicas y un impresionante tigre con cabellera de león. Es precisamente esta figura la que da nombre a la escuela, ya que Sher-Dor significa «que tiene los Tigres». La tercera madraza, también del siglo XVII, es la de Tyllia Kori, justo en el centro de la plaza. Su nombre significa «obra de arte dorada» y describe a la perfección lo que distingue al edificio: su cúpula recubierta de oro. La huella de Tamerlán, el mayor conquistador de Eurasia, queda patente en la estatua sedente que se levanta en la plaza y, sobre todo, en el mausoleo Gur-e Amir, una verdadera joya del arte timúrida que en un principio se levantó para el nieto predilecto del conquistador pero que finalmente sirvió de enterramiento para el propio Tamerlán y algunos de los más destacados miembros de su dinastía. En el edificio destacan los mosaicos con ónice, lapislázuli y letras doradas inscritas sobre un magnífico fondo de jaspe verde. La Plaza Registán no solo es símbolo indiscutible de Samarcanda, sino que también tuvo una gran repercusión en la arquitectura posterior, ya que se considera que inspiró la distribución de espacios como la Plaza del Duomo en Milán o la Plaza Roja de Moscú.

«Y ahora, ¡pasea tu mirada sobre Samarcanda! ¿No es la reina de la tierra? Más altiva que todas las ciudades cuyos destinos tiene entre sus manos». Son palabras de Allan Poe, que no vienen sino a demostrar la fascinación que Samarcanda ha ejercido sobre culturas y civilizaciones de todos los tiempos. Historia y leyenda se dan la mano en este oasis de cúpulas azules y mosaicos dorados, que fue una de las capitales más destacadas de la Ruta de la Seda, que enlazaba China con el Mediterráneo. Su esplendor no podría entenderse sin Tamerlán, también conocido como Timur el Cojo, un conquistador mongol que creó el mayor imperio asiático de todos los tiempos y escogió Samarcanda como capital. Allí llegaban caravanas de Oriente y Occidente y enriquecían la ciudad con productos y cultura, con seda y perfume, con costumbres ancetrales y exotismo nunca visto. Este cruce de caminos permitía a la ciudad disponer de cueros de Rusia y Mongolia; rubíes, diamantes y perlas de China; todo tipo de olorosas especias de India. A todo ello hay que añadir la gran fascinación que sobre Tamerlán ejercían el arte y la cultura, pese a ser un guerrero implacable. Por ello el emperador mandó levantar magníficas construcciones en toda la ciudad, incluso demoler parte de la mezquita dedicada a su esposa, Bibi Khanum, para luego reconstruirla a su gusto en solo diez días, con mármol traído de la India a lomos de cien elefantes.
«Es tal la riqueza y la abundancia de esta gran capital, que contemplarlas es una maravilla». Así se expresó sobre Samarcanda el caballero castellano Ruy González de Clavijo cuando fue enviado por Enrique III, rey de Castilla, como embajador ante la corte de Tamerlán. Han pasado seis siglos desde entonces, pero la grandiosidad y misterio de Samarcanda no ha hecho sino multiplicarse. Testigo de ello son los innumerables monumentos que salpican sus calles y permiten vivir experiencias únicas en una visita de la ciudad. La mezquita de Bibi Khanum es uno de ellos. Levantada en el siglo XIV por Tamerlán, fue uno de los edificios más bellos y monumentales del mundo islámico. De hecho, el conquistador pretendía con tales construcciones que quien las viera fuera testigo del dominio de su imperio: «Si dudan de nuestro poder, que miren nuestros edificios», expresó.
Otra de las grandes experiencias que deja al viajero un paseo por la capital de la Ruta de la Seda es el mercado local, cautivador por su vida y colorido, su bullicio y trasiego, con mil y un colores, aromas y sabores en sus innumerables puestos. Y frente a esta agitación, el silencio imponente de la necrópolis de Shaji-Zinda, que cuenta con nichos suntuosos decorados con mosaicos de azulejos hechos con láminas de oro, terracota labrada, madera tallada y cristales de color. La vasta cultura astronómica fue una de las señas de identidad del mundo musulmán y uno de sus máximos exponentes es el Observatorio de Ulugbek. Fundado en el siglo XV por el astrónomo así llamado, en la época ejerció como uno de los mejores observatorios del cultísimo mundo musulmán. Quien quiera pasear por la historia de aquellas culturas no tiene más que visitar el Museo de la Ciudad Antigua Afrosiyab, cuya colección transita por la vida y tradiciones de los pueblos que han ido habitando esta zona en diferentes épocas y, de hecho, ha permitido estudiar el aspecto de la antigua Samarcanda, con sus barrios o guzares dispuestos en calles que se iban cruzando, rodeados por una muralla defensiva. Restos de cuchillos, monedas, piezas de cerámica, joyas o figuras de terracota jalonan las vitrinas de este museo, en el que destacan fragmentos de frescos del palacio de Samarcanda, datados entre los siglos VII y VIII.

La seda que da nombre a la ruta que unió China y el Mediterráneo no solo servía para confeccionar ricas y suntuosas telas, sino también papel. A las afueras de Samarcanda puedes visitar una fábrica de papel artesanal donde aún hoy se mantiene la técnica antigua para realizar el papel a mano, con algodón, seda y corteza de morera. Este proceso era secreto y se consiguió gracias a la confesión de dos prisioneros chinos capturados en la batalla del Talas, en el siglo VIII. Así se fundó la primera fábrica de papel del mundo islámico y se extendió el proceso de fabricación primero al resto del mundo musulmán y después a toda Europa. Suavidad y comodidad son las dos grandes señas de identidad de este lujoso papel, pero sus altos costes de producción casi lo hicieron desaparecer a comienzos del siglo XX. Sin embargo, algunos maestros modernos consiguieron recuperar aquellas técnicas tradicionales y abrieron una nueva fábrica, llamada El Meros. En ella los visitantes pueden seguir todas las fases de este laborioso proceso, que comienza con la introducción de las ramas de morera en agua durante diez días, para separar la corteza, que se quitará a mano y se transformará en una pasta esponjosa.
El plan de viaje a tu alcance
- Sin comidas.
- Tashkent
- Desayuno. Comida.
- Tashkent
- Panorámica de Tashkent
- Desayuno. Comida.
- Urgench
- Khiva
- Panorámica de Jiva
- Desayuno. Comida.
- Khiva
- Complejo arquitectónico Ichan-Kala
- Desayuno. Comida pic nic.
- Bukhara
- Desayuno. Comida.
- Bukhara
- Panorámica de Bukhara
- Desayuno. Comida.
- Bukhara
- Sepulcro de Bahouddin Nakshbandi
- Complejo arquitectónico Lyabi Hauz
- Desayuno. Comida.
- Samarcanda
- Observatorio Ulughbek
- Museo de la Ciudad Antigua Afrosiyab
- Desayuno. Comida.
- Samarcanda
- Mezquita Bibi-Khanum
- Plaza Registan
- Desayuno. Comida.
- Samarcanda
- Fábrica artesanal de papel
- Complejo arquitectónico Shakhi-Zinda
- Sin comidas.
- Samarcanda
¿Quieres saber más de Uzbekistán?
La cocina uzbeca sorprende siempre al viajero por su variedad y su intensidad de sabores y aromas. De todas las exquisiteces que componen su recetario tradicional, destaca el Plov, considerado el plato nacional uzbeco. Aunque varía ligeramente de una región a otra, siempre se compone de carne de cordero acompañada de vegetales, frutos secos, arroz y especias. También es muy sabrosa y habitual en las mesas uzbecas una sopa de carne y verduras llamada Chorba, así como los shashliks o kebabs, esas brochetitas de pollo o de cordero tan extendidas por toda Asia. Los mantys, por su parte, son una especie de raviolis de gran tamaño cocinados al vapor, mientras que las samsas son pequeños bocados de masa crujiente rellenos de carne o vegetales.
El pasado glorioso de Uzbekistán como enclave esencial de la Ruta de la Seda todavía se palpa hoy en las tiendas y mercados de todo el país. Resulta delicioso y apasionante pasear entre los puestos que venden especias de mil colores y otros mil aromas, y puede ser una buena idea comprar un buen surtido de ellas para aderezar nuestros platos cuando regresemos a casa. También son típicos los tejidos uzbecos, sobre todo los de seda, que se venden por metros en los bazares, y las joyas hechas de plata o de piedras semipreciosas. Recuerda que si compras alguna obra de arte o alfombra en Uzbekistán tienes la obligación de declararla en la aduana al salir del país. Si no lo haces, podrías ser multado por las autoridades
Estas son algunas de las festividades más importantes que se celebran en Uzbekistán a lo largo del año:
• Año nuevo. Como en muchos otros países, el 1 de enero es fiesta nacional.
•Año nuevo ortodoxo. Debido a las diferencias entre los calendarios, los cristianos ortodoxos que viven en Uzbekistán celebran su año nuevo el 14 de enero.
•Día Internacional de la Mujer. Se celebra el 8 de marzo.
•Navruz. Cada 21 de marzo, con el equinoccio de primavera, se celebra el año nuevo zoroastra, aunque los uzbecos se rigen por el calendario gregoriano.
•Cumpleaños del Profeta. El 31 de marzo, los musulmanes uzbecos conmemoran el nacimiento de Mahoma.
•Día de la Victoria. Cada 9 de mayo, tanto en Uzbekistán como en Rusia y muchas otras repúblicas exsoviéticas, se conmemora la victoria sobre el ejército alemán que puso fin a la Segunda Guerra Mundial.
•Día de la Independencia. El día 1 de septiembre de 1991, Uzbekistán se independizaba oficialmente de la Unión Soviética. Desde entonces, todos los años se celebra una fiesta nacional conmemorando ese momento.
•Día del Profesor. Se celebra, todos los años, el primero de octubre.
•Día de la Constitución. El 8 de diciembre se conmemora la proclamación de la Carta Magna uzbeca