Israel: Recorriendo Israel
- Duración
- 8 días
- Tipo de circuito
- Circuito
Mientras que algunos viajeros eligen Jerusalén como punto de partida de su recorrido por la Tierra Prometida, nosotros nos reservaremos la capital de la nación para el final. Nuestra aventura arrancará, por tanto, en Tel Aviv, la segunda urbe más poblada de Israel. Desde allí, tendremos la opción de hacer una excursión complementaria al Mar Muerto, en el que podremos bañarnos y flotar debido a su alta concentración de sal. A continuación, nos dirigiremos al norte, hacia la región de Galilea, deteniéndonos por el camino para conocer Cesárea Marítima, una antigua ciudad romana con restos arqueológicos muy bien conservados; Haifa, donde nos esperan el Monte Carmelo, el Templo Bahai y sus Jardines Persas; y San Juan de Acre, feudo histórico de los cruzados en Israel. Durante nuestra estancia en Galilea, tendremos la oportunidad de conocer lugares esenciales para el Cristianismo, como Caná de Galilea, donde Jesucristo convirtió el agua en vino, y la ciudad de Nazaret, en la que se encuentran la Iglesia de la Anunciación, la Carpintería de San José y la Fuente de la Virgen.
Este fabuloso recorrido por la Tierra Prometida nos permitirá, entre otras cosas, seguir los pasos de Jesús de Nazaret
Ahora sí, nos dirigiremos a Jerusalén para continuar con nuestro gran viaje por Israel. Antes de llegar, realizaremos una travesía en barco por el Mar de Galilea, y conoceremos tres enclaves que no olvidaremos fácilmente: el Monte de las Bienaventuranzas, el lugar donde se obró el milagro de los panes y los peces, y la casa de San Pedro, en Cafarnaúm. Una vez en Jerusalén, comenzará una etapa del viaje marcada por las visitas a lugares cruciales para la fe cristiana. Dentro de la ciudad antigua, pasaremos por la Vía Dolorosa, visitaremos el Monte de los Olivos y admiraremos el Santo Sepulcro. También veremos cómo oran cientos de hebreos frente al Muro de las Lamentaciones y, en la parte moderna de Jerusalén, conoceremos el Museo de Israel, en el que se hallan los Manuscritos del Mar Muerto, la Iglesia de la Natividad de San Juan Bautista, y el Museo y Memorial del Holocausto. Antes de poner punto final a nuestro maravilloso recorrido por la Tierra Prometida, nos acercaremos a Belén, actualmente en territorio palestino, para conocer el lugar donde nació Jesús de Nazaret.
Emociones nuevas en tu viaje
Cuando se construyó hace 2.000 años, nadie podía pensar que este muro iba a ser el santuario religioso más importante para los judíos. En su momento era simplemente una pared de contención del Monte del Templo. Pero cuando el Templo fue destruido, los judíos fueron enviados al exilio y, al regresar, desconocían su ubicación exacta. Y como temían pisar el recinto sagrado –porque sólo lo podían hacer los sumos sacerdotes- decidieron rezar a la intemperie junto al muro exterior. La mayoría de las veces eran lamentos por su antigua pérdida, de ahí el nombre de Muro de las Lamentaciones.
En 1948 los judíos perdieron su acceso al muro a manos de los jordanos, pero 19 años más tarde, tras la Guerra de los Seis Días, recuperaron la zona, derribaron el barrio árabe adyacente y crearon la plaza que se puede observar actualmente. Esta sinagoga al aire libre está dividida en dos partes, una pequeña para mujeres y una más grande para los hombres. Siempre está abierto y siempre encontraremos a gente rezando. Algunos también meten un papel con sus oraciones en los huecos del Muro, porque creen que así sus peticiones tienen más posibilidades de tener respuesta.
Para visitar el Muro de las Lamentaciones, es aconsejable vestir de forma discreta. Además, hay que llevar kipá –si no tenemos, se puede coger una de papel a la entrada-. También es recomendable ser cuidadoso al tomar fotografías y tener presente que está prohibido hacerlas durante el Sabbat.
Con 300 días de sol al año, un clima privilegiado, kilométricas playas bañadas por el Mediterráneo y un ambiente joven, moderno e internacional, Tel Aviv es una de las mecas mundiales del ocio nocturno, con un ambiente similar al que podemos encontrar en otros templos del hedonismo del Mediterráneo, como Ibiza o Mikonos. No es de extrañar que se haya convertido en una de las capitales del mundo de la música electrónica y, en general, de los noctámbulos de todo el planeta. Si de día es una luminosa ciudad mediterránea con una de las mejores culturas de playa de Oriente Medio, Tel Aviv parece volverse aún más interesante a la caída del sol. Precisamente, una de las mejores maneras de comenzar la noche es contemplando cómo se va el día en uno de los beach club de la playa. La zona más animada está entre Hilton Beach y Gordon Beach, aunque también encontraremos nuestro lugar en otras como Banana Beach o Alma Beach. Clubes a pie de playa como Shalvata, Clara o Litzman son perfectos para ese cometido. Hay que decir que en Tel Aviv la marcha empieza tarde. Los bares no se llenan hasta medianoche y los clubes para bailar empiezan a estar realmente animados a partir de las 2 de la madrugada. ¿Y cuándo se termina? Cuando el cuerpo aguante: algunos clubes cierran sus puertas bien entrada la mañana. El epicentro de la marcha en Tel Aviv está en el extremo sur de Rothschild Boulevard y las calles adyacentes (Allenby St, Nahalat Binyamin St o Lillienblum St). En esa zona tan concurrida al caer el sol encontramos infinidad de oferta entre restaurantes, bares, coctelerías y clubes. Es buena idea dejarse llevar y ver qué nos pide el cuerpo, pero algunas de las mejores opciones con Rothschild 12, uno de los muchos bares que sirven comida por el día y, al caer la noche, se convierten en lugares de copas, o Port Sa’id, junto a la Gran Sinagoga. Una opción interesante es, también, dejarse caer por algunas de las coctelerías con exposiciones temporales de arte. Las encontraremos en Nahalat Binyamin St. y alrededores. ¿Algunos nombres? Kuli Alma, BuXa o Radio EPGB. Mientras, Bicicletta, Beit HaAmudim o la azotea de The Prince, son de las direcciones más cool de la zona. Si lo que nos apetece es bailar toda la noche, Tel Aviv tiene algunos de los mejores clubes del Mediterráneo. No es difícil encontrar sesiones con los mejores DJ de la escena nacional e internacional. The Block, en los bajos de la estación de autobuses, está considerado el mejor club de Tel Aviv. Su fama es internacional y podremos bailar hasta bien entrada la madrugada. Si nos apetece una escena más alternativa, The Barby es el templo del reggae, la electrónica, el funk y el rock. Mientras, Beit Maariv tiene un sonido y un ambiente más underground.
Tel Aviv es una ciudad vital, abierta y con una escena cultural interesantísima. Y sí, también tiene opciones, y muchas, para el día. Para empezar, no hay que dejar de visitar Yaffo, la parte histórica de la ciudad. Su puerto se remonta 5.000 años atrás. Hoy, es un lugar perfecto para pasear, curiosear por sus tiendas y mercadillos y tomar algo de comida local. Además, la denominada “Ciudad Blanca” de Tel Aviv es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, ya que es la mayor concentración de edificios de estilo Bauhaus del mundo. Aunque la mayoría son edificios de viviendas bastante normales, podremos encontrar algunas joyas que nos dejarán boquiabiertos. Interesantísimo también es perderse por los populosos mercados de Carmel (cercano al bohemio barrio de Neve Tzedek, muy recomendable) y Sarona. Y, por supuesto, es absolutamente imprescindible recorrer su animado paseo marítimo: un verdadero placer para los sentidos.
Haifa es la tercera ciudad de Israel por tamaño, tras Jerusalén y Tel Aviv: su población es de más de 270.000 habitantes, aunque su área metropolitana abarca un territorio en el que viven más de 600.000 personas. La ubicación de Haifa, a 90 kilómetros de Tel Aviv, es privilegiada: desde la Bahía de Haifa, en la costa mediterránea, la ciudad sube por las laderas de la mítica cordillera del Monte Carmelo, lo que dota a la llamada “capital del norte” de magníficas playas y zonas costeras y, a la vez, de un área de montaña con gran valor natural y vistas espectaculares. Además, Haifa es uno de los motores económicos de Israel: es el principal puerto del país, cuenta con una de las universidades más prestigiosas del mundo –además del Technion, el Instituto Tecnológico de Israel– y es sede de importantes empresas de alta tecnología ‘made in Israel’. Todo esto, unido a su escena cultural y su vida nocturna, hace que Haifa sea conocida como la “San Francisco de Israel”.
En lo alto de la ciudad encontramos el Parque Nacional Monte Carmelo, un área natural ideal para respirar aire fresco, hacer senderismo o disfrutar de un picnic. Este área tiene gran importancia religiosa y arqueológica: en sus cuevas vivieron comunidades de ermitaños siguiendo el ejemplo del profeta Elías, que encontró su hogar también en el Carmelo; y se han encontrado restos neanderthales. Desde aquí arriba hay unas vistas espectaculares de toda la ciudad y el mar. Uno de los lugares de la ciudad que atrae todas las miradas es el Centro Mundial Bahaí, la sede central del bahaísmo, una de las religiones independientes con más seguidores del planeta. El lugar, ubicado bien visible en lo alto de Haifa, por encima de la zona portuaria, llama la atención, sobre todo, por sus jardines, que suben en forma de 19 terrazas por la ladera del Monte Carmelo. En lo alto se alza majestuoso el santuario bahaí, con una espectacular cúpula de 40 metros de alto. La belleza de estos jardines colgantes, milimétricamente cuidados, merecieron la inclusión en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2008. Si bajamos hacia el Mediterráneo desde la parte alta de la ciudad, a los pies de los jardines encontramos uno de los barrios con más encanto de Haifa, la colonia alemana. Fue fundado en el siglo XIX por cristianos germanos y se caracteriza por sus pintorescas casas de piedra con tejados rojos, sus buenos restaurantes y por el ambiente joven que adquiere los fines de semana. Hoy en día es uno de los distritos más interesantes de la ciudad. Mientras, para disfrutar de la zona costera, lo mejor es acercarse hasta el barrio de Bat Galim, con su paseo marítimo, sus playas y sus escuelas de buceo a pie del Mediterráneo. Haifa también cuenta con interesantes museos, como el Museo de Ciencia y Tecnología de Madatech, el Museo Nacional de Ciencias de Israel o el Museo de Arte de Haifa; y, por supuesto, con lugares con gran importancia religiosa para los cristianos, como los monasterios de Stella Maris y de Nuestra Señora del Monte Carmelo, ambos del siglo XIX.
Si hay una época misteriosa y legendaria en la historia es la de las Cruzadas. Historia y mito, realidad y leyenda, se dan la mano y tienen su máximo exponente en San Juan de Acre, hoy despojada de santidad y conocida simplemente como Acre. Es una de las ciudades más antiguas del mundo (sus orígenes se remontan a los tiempos del faraón Tutmosis III y con griegos y romanos se convirtió en uno de los principales puertos del Mediterráneo), pero la época por la que se ha ganado a pulso un lugar propio en los libros de historia es la de los templarios. Los cruzados fundaron el reino de Jerusalén en el siglo XI y utilizaron la estratégica ciudad de Acre como lugar clave para sus incursiones en Tierra Santa. Era vital contar con un sistema defensivo imponente y por ello construyeron allí un complejo conjunto de murallas, torres y fortificaciones que ni ellos mismos fueron capaces de asaltar cuando Saladino tomó la ciudad en el siglo XII.
La Fortaleza de la Orden Hospitalaria de San Juan de Acre es la construcción más espectacular de toda la ciudad. Es un complejo enorme, construido en tres pisos alrededor de un patio central de más de 1.200 metros cuadrados, con sótanos y depósitos de agua que lo convierten en una verdadera obra maestra de ingeniería. Allí destacan la Sala de las Columnas y la Sala de los Prisioneros, con bóvedas magníficas, pero lo que más te impresionará es saber que este impresionante edificio estuvo escondido en el subsuelo durante siglos: no se descubrió hasta mediados del siglo XX y esto supuso uno de los hallazgos arqueológicos más importantes del siglo XX. No dejes de viajar por el tiempo en el Túnel de los Templarios, una construcción de unos 350 metros que conectaba la fortaleza con el puerto y que sobrecoge nada más llegar a ella. Las murallas de Acre siguen en buena parte enterradas, pero aún se conserva una esquina de la torre, de casi 6 metros, construida con enormes piedras kurkar (un tipo especial de roca que se encuentra en dunas de mar). Los cruzados eran militares cristianos que, impulsados por el Papa Urbano II, se embarcaron en la nada fácil empresa de liberar Jerusalén y recuperar el control apostólico romano sobre Tierra Santa. El Papa prometió: «A quien emprenda el viaje a Jerusalén con la finalidad de liberar a la iglesia de Dios, siempre que lo haga por piedad y no por ganar honor o riquezas, este viaje se le contará como penitencia completa». Así comenzó la Primera Cruzada, en el siglo XI, y llegarían a ser nueve. Esta novena cruzada concluyó con la caída de San Juan de Acre; así terminaron ocho siglos de batallas en la que la cristiandad apenas se apuntó un triunfo relevante, en la primera de ellas. En realidad el término «cruzados» es posterior a las cruzadas en sí: se empezó a usar en el siglo XV y hace referencia a la costumbre de coser o pintar una cruz en las ropas de estos peregrinos armados, que era como se conocía en su tiempo a estos guerreros legendarios. Entre las órdenes militares de las cruzadas destaca la de los templarios, pertenecientes a la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo. Ellos se encargaban de proteger la vida de los peregrinos cristianos que hacían el camino a Jerusalén para rezar ante el sepulcro de Cristo. Los templarios eran tratados como monjes (debían cumplir los votos de pobreza y castidad) y crearon el origen de los primeros bancos: los peregrinos podían guardar cierta cantidad de dinero en la sede de la Orden y luego la recibirían cuando regresasen del viaje. La leyenda cuenta que la masonería tiene su origen en los Caballeros del Temple y que a ellos se encomendó la misión de custodiar el Santo Grial.
Hay lugares escogidos en el mundo, espacios que, nada más pisarlos, permiten al viajero dar un inmenso salto en el tiempo, retroceder siglos y siglos y sentirse en una época que marca la historia. Uno de esos lugares es Israel. El viaje a «Tierra Santa» es mucho más que una promesa religiosa para los cristianos más devotos: es también un sueño cumplido para los apasionados de la historia por el inmenso patrimonio histórico, arqueológico y cultural que allí pueden encontrar. Sin duda, seguir los pasos de Jesucristo es una opción perfecta para conocer los lugares más mágicos de Israel. Y la vida del hijo de Dios empieza en Belén, donde los Evangelios sitúan su nacimiento. Es toda una experiencia entrar en la iglesia de la Natividad por la Puerta de la Humildad, de apenas metro y medio de altura, que obliga a casi todos los visitantes a inclinarse para poder acceder a la Gruta del Pesebre. Allí, una estrella de plata de catorce puntas simboliza el astro que guió a los Reyes Magos de Oriente hasta Belén para adorar a Jesús.
En el itinerario religioso por excelencia encontramos también cinco montes: el Monte Tabor, donde se transfiguró Jesús (por eso en su cumbre se encuentra la Basílica de la Transfiguración); el Monte de las Bienaventuranzas, donde pronunció el Sermón de la Montaña; el Monte Sión, donde se encuentra el Cenáculo, en el que se celebró la Última Cena; el Monte de los Olivos, donde Jesús se retiró a orar antes de ser apresado; y el Monte Gólgota, donde tuvo lugar la crucifixión. El Mar de Galilea es otro de los escenarios habituales en los Evangelios. En la orilla de este gran lago encontraremos Tabgha, donde tuvo lugar la multiplicación milagrosa de los panes y los peces. Cerca de allí podremos visitar Caná de Galilea, donde Jesús obró su primer milagro al convertir el agua en vino para los invitados a una boda. Precisamente por eso el lugar es escogido por numerosas parejas para darse el «sí, quiero» o renovar sus votos. Quienes prefieran brindar sin anillo pueden hacerlo con los vinos locales que riegan las numerosas tiendas de la zona. El Monte de los Olivos ofrece al viajero una de las panorámicas más interesantes de la ciudad de Jerusalén, con el inconfundible dorado de la Cúpula de la Roca dominando el paisaje, sin desmerecer el azul intenso de las cúpulas de la Iglesia del Santo Sepulcro. Un ejemplo de la veneración que gran parte de la Humanidad siente por estos lugares es la Basílica de la Agonía, también conocida como Iglesia de Todas las Naciones. Situada junto a los Jardines de Getsemaní, en el Monte de los Olivos, se construyó a principios del siglo XX gracias a la financiación de España, Italia, Bélgica, Brasil, Francia, Canadá, Chile, Argentina, Alemania, México, Estados Unidos y Reino Unido. En homenaje a estas doce naciones se levantaron sus seis cúpulas. En el ábside, por su parte, encontramos mosaicos donados por Polonia, Hungría e Irlanda, mientras que rodeando la Roca de la Agonía luce una corona de hierro forjado regalo de Australia. Allí, peregrinos de todo el mundo se arrodillan como hizo Jesús entre lágrimas antes de su Pasión.
El Mar Muerto cumple varios récords. Es el lugar más bajo de la Tierra: está situado a 435 metros por debajo el nivel del mar. Además, su concentración de sal es unas diez veces superior a la del agua de los mares y océanos convencionales. Esto último tiene su explicación en el hecho de que el Mar Muerto no es realmente un mar, sino un lago. Sus 810 kilómetros cuadrados de superficie están alimentados por el río Jordán y otras fuentes, pero no hay ninguna salida para sus aguas, así que estas van depositando en él sus minerales y los dejan ahí cuando se evaporan. Al tener tal concentración de sal, la vida en el agua del Mar Muerto es muy difícil. Tan solo habitan en su salmuera algunos microorganismos capaces de sobrevivir en aguas con una alta concentración salina. Unas aguas tan saturadas de minerales son enormemente densas y esto es lo que hace, precisamente, que cualquier bañista flote sin ninguna dificultad. Cuando entras en el Mar Muerto, la primera sensación que tienes es de que el agua es más viscosa de lo que estás acostumbrado, casi parece un aceite. Además, el lodo que está en el fondo es muy resbaladizo, así que es muy importante tener cuidado al entrar y salir del Mar Muerto. Después, una vez dentro, solo hay que dejarse llevar. De hecho, cuando te quedas quieto es imposible no flotar en el Mar Muerto: la densidad lleva tu cuerpo hacia la superficie sin ningún esfuerzo. En ese momento, túmbate sobre el agua y relájate mientras miras el cielo. El tiempo parece detenerse. Las aguas del Mar Muerto y el lodo que encontramos en sus orillas y en su fondo son beneficiosas para la piel. De hecho, contienen más de 20 minerales y oligoelementos que se utilizan para diversas afecciones dermatológicas y tienen efectos calmantes de la dermis. Por eso, la mayoría de los visitantes que se acercan hasta el Mar Muerto se embadurnan con el lodo de sus fondos y en sus orillas se alzan multitud de balnearios. Sin embargo, están contraindicadas en el caso de tener heridas abiertas. Y, además, hay que tener mucho cuidado para que el agua del Mar Muerto no entre en los ojos, ya que puede provocar irritaciones.
A solo dos horas de Tel Aviv y casi en la orilla del mar Muerto se levanta Masada, uno de los lugares más impresionantes de que puede disfrutar un viajero a Tierra Santa. Masada deslumbra desde la lejanía: se levanta sobre una montaña en medio del desierto de Judea, dominando el paisaje como un gran símbolo de poder y resistencia. Al yacimiento arqueológico, a 400 metros de altura, se sube en teleférico, aunque los que realmente quieran sentir la experiencia tal como la vivieron los zelotes que allí vivían en el siglo I pueden acceder por el Camino de la Serpiente. La ruta es sinuosa, pero permite disfrutar de una vivencia única caminando entre cisternas, torres de vigilancia y notables desniveles que hacen aflorar el vértigo. Al llegar a la cima se encuentran restos de campamentos romanos, pero también de murallas y del palacio de Herodes, con sus infraestructuras de baños, almacenes, cuarteles, arsenales y viviendas. Estamos ante todo un paraíso para los arqueólogos e historiadores, y también para los amantes de las leyendas, porque se cuenta que fue precisamente esta fortaleza el escenario de una feroz resistencia de los judíos conocidos como zelotes, que pretendían que Judea se independizase del Imperio Romano y no dudaron en tomar las armas para conseguirlo. La violencia era su carta de presentación y no dudaban en asesinar incluso a los civiles que colaboraban con los romanos. Durante el tiempo que estuvieron atrincherados en Masada, los zelotes (también conocidos como sicarios por usar un puñal llamado sica) adaptaron las construcciones de la fortaleza a su vida diaria. Esto ha dejado un reflejo que podemos observar en el yacimiento, con talleres o pequeñas viviendas, además de baños para las abluciones religiosas y una ampliación de la sinagoga. Pero en Masada no solo se disfruta del yacimiento, sino también del paisaje. Las vistas desde la fortaleza son un verdadero regalo para los sentidos, con una panorámica inigualable del mar Muerto, el lugar más bajo del planeta.
Masada es todo un símbolo para el nacionalismo judío por el episodio de resistencia que protagonizaron los zelotes en su fortaleza para evitar la conquista por parte de los romanos. Durante la primera guerra judeo-romana, los romanos llegaron a levantar ocho campamentos rodeando Masada, con un contingente de casi 10.000 hombres. Para poder acceder a la fortaleza construyeron durante siete meses una impresionante rampa y, sobre ella, una torre de asedio. Lograron abrir una brecha en la muralla, pero los judíos fueron capaces de cerrarla. En cualquier caso, la situación era crítica para los judíos y uno de sus líderes, Eleazar ben Yair, les arengó a matarse unos a otros antes de verse sometidos por los romanos. Así lo hicieron: quemaron sus casas y su comida y, como la ley judía condenaba el suicidio, cada hombre mató a su familia; después, diez hombres elegidos por sorteo mataron a los demás, uno de esos diez mató a los nueve restantes y este último sí se quitó la vida. De este modo, cuando los romanos entraron en Masada encontraron casi mil cadáveres y siete supervivientes que se habían escondido: dos ancianas y cinco niños.
Tres mil años de historia contemplan a Jerusalén, una ciudad fascinante como pocas que tiene grabadas en sus piedras las heridas y las glorias de su pasado. Infinidad de culturas han dejado su impronta en esta urbe que todos quisieron conquistar y que ha sido testigo de algunos de los hechos más importantes de la historia de la humanidad. Hoy, Jerusalén es un lugar sagrado para tres religiones, judaísmo, cristianismo e islam, y pasear por sus calles tiene algo de mágico. A grandes rasgos, Jerusalén tiene dos partes bien diferenciadas. Por un lado encontramos la Ciudad Vieja, el centro neurálgico y espiritual de la urbe y el que concentra los principales lugares de interés. Este intrincado laberinto de calles empedradas, plazas y pasadizos está rodeado por una muralla y a él se accede a través de siete puertas, siendo la más utilizada la de Jaffa. Existe una octava, pero está bloqueada desde tiempos de Solimán el Magnífico (siglo XVI), que fue quien restauró las murallas que rodean Jerusalén. El interior de la Ciudad Vieja está dividido en cuatro barrios: judío, musulmán, cristiano y armenio. También incluye el Monte del Templo, conocido asimismo como Explanada de las Mezquitas. En la Ciudad Vieja encontramos los lugares más importantes de Jerusalén desde el punto de vista religioso: el Muro de las Lamentaciones, el lugar más sagrado para los judíos; la Basílica del Santo Sepulcro, donde se encuentra la que, según la tradición, es la tumba de Cristo, así como la roca del Gólgota, lo que convierte a este templo en el más sagrado para los cristianos; y, por último, la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo, donde se ubican la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa. Este lugar es el tercero más sagrado para los musulmanes por detrás de la Meca y Medina, pero el Monte del Templo también es esencial para los judíos, ya que es el lugar en el que se encontraba la piedra del sacrificio de Isaac, así que también es sagrado para ellos. Dentro del recinto amurallado se encuentra, además, la Vía Dolorosa, el camino que, según la tradición, tuvo que seguir Jesús con la cruz a cuestas antes de ser crucificado en el Gólgota. Se trata de una calle que atraviesa parte de la Ciudad Vieja y las estaciones del martirio están perfectamente marcadas.
Ya fuera de la Ciudad Vieja encontramos también otras iglesias muy importantes para los cristianos, como la de las Naciones –ubicada en el Monte de los Olivos, en el lugar en el que, según la tradición, Cristo pasó sus últimos momentos antes de ser apresado–; o la de la Dormición, donde supuestamente ocurrió la Dormición de la Virgen María. Dejando atrás las murallas de la Ciudad Vieja, hacia el noroeste, encontramos la Jerusalén más moderna y vibrante, con su futurista tranvía que recorre algunas de las zonas peatonales. Mamilla, el barrio más chic de la ciudad, se encuentra justo frente a la puerta de Jaffa. Uno de sus emblemas es un moderno centro comercial con boutiques de marcas de lujo. Desde ahí hasta la zona que comprende la plaza Safra (donde se ubica el Ayuntamiento) o la calle Ben Yehuda encontramos un sinfín de restaurantes en los que degustar rica comida israelí, terrazas en las que ver pasar la vida y comercios de todo tipo. Imprescindible es también perderse por los puestos de Mahane Yehuda, el mercado más popular de Jerusalén. Mientras, hacia el norte nos sorprenderá Mea Shearim, donde vive la comunidad judía ultraortodoxa. Eso sí, si decidimos visitar este barrio tenemos que hacerlo con el máximo respeto, ya que son muy guardianes de sus costumbres. Jerusalén cuenta, además, con una gran cantidad de museos, aunque los más importantes son el Yad Vashem –o Museo del Holocausto– y el Museo de Israel, la principal institución cultural del país. El enorme Museo de Israel está formado por diferentes alas –Arqueología, Bellas Artes, Arte y Vida Judías y el Ala Ruth para la educación artística–, aunque una de las más interesantes es el Santuario del Libro, donde se guardan los famosos Rollos del Mar Muerto.
Perderse por los callejones de Mahane Yehuda, el principal mercado a cielo abierto de Jerusalén, es un verdadero placer para los sentidos. Esta especie de zoco nació hace más de un siglo y hoy es, por su autenticidad, una de las atracciones turísticas más interesantes de la ciudad. Comerciantes de todos los orígenes ponen a la venta sus atractivas mercancías mientras vociferan su precio y ofrecen degustaciones a los curiosos. Puestos de fruta, especias, panes y carne, además de restaurantes con delicias de Medio Oriente y locales donde tomar algo, se suceden en una vorágine de aromas exquisitos y sabores exóticos. Y cuando cae la noche, Mahane Yehuda se convierte en una de las zonas más animadas de la ciudad, siempre llena de gente joven.
El plan de viaje a tu alcance
- Sin comidas.
- Tel Aviv
- Jerusalén
- Desayuno.
- Belen
- Jerusalén
- Belén
- Museo de Israel
- Desayuno.
- Jerusalén
- Muro de las Lamentaciones
- Desayuno. Cena.
- Nazareth
- Monte de las Bienaventuranzas
- Desayuno. Cena.
- Nazareth
- Nazaret
- Desayuno.
- Tel Aviv
- Fortalezas medievales de San Juan de Acre
- Cesárea Marítima
- Desayuno.
- Tel Aviv
- Desayuno.
- Tel Aviv
¿Quieres saber más de Israel?
La singular gastronomía israelí es el producto de una serie de factores: la proximidad del país al mundo árabe, la apertura hacia Europa y Estados Unidos, y los preceptos del judaísmo, que impiden comer carne que haya estado en contacto con productos lácteos. Así, en el recetario tradicional israelí predominan los platos a base de legumbres, vegetales y cereales. La carne de cerdo está prohibida, de modo que las proteínas más habituales son la ternera, el cordero y el pescado. Algunas de las delicias más representativas de esta cocina son el falafel (una especie de hamburguesa hecha con garbanzos y especias), el hummus (puré de garbanzos con tahini y cominos), el taboulé (ensalada a base de bulgur y todo tipo de vegetales), el yaprac (hojas de parra con rellenos variados) y toda clase de combinaciones de ternera y pescado con diferentes productos agrícolas.
Tanto en las grandes ciudades como Jerusalén, Haifa o Tel Aviv, como en los pequeños núcleos urbanos que rodean el Mar Muerto, existe un gran número de tiendas y puestos callejeros en los que se puede comprar prácticamente cualquier cosa. Para llevarse un buen recuerdo de Israel, lo mejor es apostar por las especias, tan variadas y aromáticas como en los países árabes que lo rodean; productos textiles, sobre todo pañuelos de mil colores y gran calidad, y objetos de artesanía en metales preciosos. El pueblo israelí es famoso por su delicadeza y buen gusto a la hora de trabajar el oro y la plata, y buena muestra de ello son las joyas que se venden en muchas tiendas por todo el país. Además, por supuesto, están los cosméticos elaborados con las aguas del Mar Muerto, y los productos alimenticios típicos del Mediterráneo Oriental, como el aceite de oliva o los dátiles.
Las festividades israelíes son fundamentalmente de dos tipos: religiosas y relacionadas con la historia del país. En Israel emplean el calendario judío, completamente distinto al nuestro. Por lo tanto, algunas fechas son orientativas. A continuación veremos algunas de las más importantes:
• Pascua judía. Es la fecha más destacada del calendario judío, ya que conmemora la liberación del pueblo israelí de manos de los egipcios. Se celebra a principios de abril
• Día de los Caídos. Tiene lugar el 13 de mayo, y se rinde homenaje a todos los israelíes que han perdido la vida luchando por su país a lo largo de la historia.
• Día Nacional de Israel. Conocida como Yom Ha'atzmaut por los judíos, se celebra el 14 de mayo y conmemora el aniversario de la creación del Estado de Israel en 1948.
• Fiesta de la Cosecha. Tiene lugar a finales de mayo, siete semanas después de la Pascua Judía, y es el momento en que el pueblo israelí da gracias a Dios por la cosecha. También se conmemora la recepción de los Diez Mandamientos por parte de Moisés.
• Fiesta de las Trompetas. A mediados de septiembre, se conmemora la creación del hombre y de la mujer a manos de Dios. Esta fiesta señala, además, el comienzo de un periodo de reflexión de 10 días que termina con el Yom Kippur.
• Yom Kippur. También conocida como Fiesta de la Expiación o Fiesta del Gran Perdón, se celebra a finales de septiembre y es el momento en que el pueblo israelí pide perdón por sus pecados.
• Fiesta de la Recolección. Tiene lugar a principios de octubre y se celebra para agradecer a Dios todos los alimentos que se han obtenido en el campo.
• Navidad. Se celebra, igual que en España, los días 24 y 25 de diciembre, y la población cristiana de Israel suele aprovechar estas fechas para peregrinar hasta la Iglesia de la Natividad, en Belén.