Hablar de Francia es hablar de historia, naturaleza, cultura, gastronomía. Comenzamos la ruta en la ciudad más visitada del mundo: París. ¿Quién no ha soñado nunca con subir al último piso de la “Tour Eiffel” o dar un paseo a la luz de la luna por el Sena en los “Bateaux Mouches”? Además de una amplia oferta monumental, en la capital francesa se pueden encontrar infinidad de cafés, restaurantes y “brasseries” en los que uno se siente como un auténtico “parisien”. Uno de los postres franceses más exquisitos y reconocidos mundialmente es el “macarron” y precisamente en París es donde se encuentran las mejores tiendas.
Tras esta primera toma de contacto, ponemos rumbo hacia el corazón de Francia, el Valle del Loira, declarado patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Aquí se visitan algunos de los castillos más famosos de esta región como Chambord, el más grande y espectacular de todos, Chenonceau, que conserva el mobiliario y los tapices renacentistas originales y Villandry, cuyos frondosos y coloridos jardines no dejan indiferente a nadie. En el pueblecito de Amboise, es posible contemplar la tumba de Leonardo Da Vinci mientras que en la ciudad de Angers, dentro de su impresionante fortaleza, se encuentra el tapiz medieval más grande del mundo.
Seguimos con la ruta hacia Normandía no sin antes pasar por la famosa tierra en las que están basadas los famosos cómics de Asterix y Obelix: la Bretaña. Esta región con una profunda identidad cultural e histórica es donde se elaboran muchos de los suculentos platos de la refinada gastronomía francesa. A cualquiera se le haría la boca agua al pensar en una famosa “galette” o un delicioso “crêpe” para los más golosos. La localidad de Vannes destaca por sus singulares casas de entramado de madera, mientras que Concarneau y Quimper nos deleitan a sentir el espíritu marinero gracias a sus puertos y murallas. En esta región de ensueño también se encuentran los impresionantes alineamientos megalíticos de Carnac, eregidos durante el periodo Neolítico.
En la localidad corsaria de Saint Malo, hay numerosas tiendas donde se venden productos típicos franceses. Personalmente, recomiendo probar el “kouign amann”, un dulce bretón hecho con harina, azúcar y miel. Para los amantes del marisco, en este pueblecito también encontrarán tabernas donde disfrutar de las renombradas “huitres” (ostras).
La región de Normandía, conocida por sus acantilados y el queso Camembert, nos abre las puertas con un lugar mágico e inolvidable: el Mont Saint Michel, que desde mi punto de vista es la guinda del pastel de este espectacular circuito. Se trata de una abadía del S.VIII cuyos orígenes y enclave son cuánto menos dignos de ser conocidos. ¿Lo más curioso de este lugar? Cuando sube la marea tanto el monte como la abadía se convierten en una isla.
Si hay algo que verdaderamente impresiona y pone los pelos de punta son las playas donde tuvo lugar el acontecimiento que cambió la historia del mundo el 6 de Junio de 1944: el Desembarco de Normandía. Una de ellas, Omaha, alberga además el cementerio estadounidense, en el que descansan 9000 soldados que lucharon por la liberación de Francia y Europa durante la 2ª Guerra Mundial.
El final del circuito nos lleva de vuelta a París, donde cada noche tiene lugar en legendario cabaret francés “Le Lido”, un espectáculo de varietés lleno de colores, luces y sonidos que quedan grabados en la memoria de cualquiera que lo visita. Es el momento de decir la expresión “À bientôt France” o lo que es lo mismo “Hasta pronto Francia”.
Este circuito es muy cómodo y agradable de realizar ya que las distancias entre los destinos son cortas y eso permite disfrutar más del tiempo libre. Los hoteles y la restauración son de calidad y los guías locales contribuyen muy eficaz y profesionalmente a que los turistas aprendan y se vayan con un bonito recuerdo.