La costa de Sliema es espléndida. No tiene playas de arena, pero sí que cuenta con calas de rocas.
Sus aguas azules y profundas son ideales para hacer snorkel y contemplar la vida marina que reside en ellas. Al lado de la playa está el paseo marítimo, repleto de comercios locales y de chiringuitos en los que pararse a reponer fuerzas mientras se contemplan las deslumbrantes vistas al mar Mediterráneo. Es cierto que Sliema es una de las localidades más atractivas y variadas en todo lo que se refiere a ocio nocturno, pero también cuenta con un patrimonio histórico muy interesante. Destacan sus basílicas, torres de vigilancia y fuertes, unos preciosos monumentos que están esparcidos por toda la ciudad. Los hechos demuestran que Sliema se ha sabido adaptar a los cambios y a las necesidades de los turistas. Antiguamente este emplazamiento era un tranquilo pueblo de pescadores y su expansión empezó en el siglo XIX, momento en que los británicos empezaron a construir elegantes villas en la zona que rodea el paseo marítimo. Este fue el punto de partida del desarrollo de esta fascinante metrópoli.