Durante la Edad Media tienen lugar los cantares de Gesta, poemas que narran los juglares, músicos, poetas o trovadores de temática épica y que se interpretaban, sobre todo, en el sur de Francia. Esta región fue además cuna de los trovadores y del Ars Nova. Su compositor más influyente, en aquella época, era Guillaume de Machaut. En siglos posteriores, el XV y el XVI destacaron relevantes composiciones musicales. Más adelante el músico Jean Baptiste Lully creó un estilo operístico propio combinando los recitales típicos de la corte con dramas más contemporáneos franceses. Unió, además, la danza con la ópera italiana.
Ya a partir del siglo XVIII se conocen los nombres de François Couperin y Jean Philippe Rameau por sus suites para clavicordio. Poco después Cherubini, Grétry, Meyerbeer, Gluck y Offenbach compusieron sus obras desde París, que se convirtió en el centro musical del mundo. Entre los compositores de ópera galos del siglo XIX destacan Charles Gounod, Jacques Halévy, Georges Bizet y Jules Massenet. Y de orquesta: Héctor Berlioz. Una tradición que se ha mantenido hasta hoy en día. A principios del siglo XX encontramos, por ejemplo, a Maurice Ravel, Ígor Stravinski o Les Six, un grupo de compositores neoclásicos. A Francia han llegado ritmos traídos de modas mundiales que la han influenciado, pero aun así regiones como Córcega y Auvergne conservan la música folclórica con gran protagonismo del acordeón y el piano. Mientras que en la zona continental destaca el uso de la gaita que llegó al país en el siglo XVII. Actualmente, el Chanson française, que es el estilo tradicional de la música aquí es muy popular.