Todo viajero anota antes de partir los monumentos y lugares para conocer en el país hacia el que viaja. Hay algunos opcionales o que dependen del tiempo o de los gustos del visitante. Pero hay otros que son prácticamente obligatorios, que deben estar en toda ruta que se precie. ¿Sabes cuáles son esos puntos en el caso de Luxemburgo?
Si al llegar a la capital de Luxemburgo te dicen que cuenta con el balcón más bonito de Europa seguro que tienes clarísimo que debes visitarlo. Lo cierto es que es un camino peatonal que sigue las murallas del siglo XVII y te regala unas excepcionales vistas hasta las macizas fortificaciones de Wenzelsmauer (muro de Wenceslao), situadas en el otro lado del río. Es el Chemin de la Corniche, que rodean la Place de la Constitution, los jardines del desfiladero y todas las callejuelas antiguas que se arremolinan en torno al Palais Grand-Ducal. Desde lo más alto del Chemin de la Corniche verás la Montée de Clausen, donde se sitúa la entrada a las Casamatas del Bock, un laberinto de galerías y pasajes que excavaron los españoles entre 1737 y 1746. Desde entonces, estas grutas subterráneas han servido para todo, desde albergar panaderías hasta convertirse en mataderos, pasando por actuar como barracones para soldados. Durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial se calcula que más de 35.000 personas se refugiaron en su interior. Sin salir de la capital del Gran Ducado, puedes completar tu ruta de imprescindibles con otros monumentos para entender el país. Primero, la catedral de Notre Dame, que destaca en el centro de la ciudad gracias a sus chapiteles negros. En su interior encontrarás una diminuta, pero muy venerada, imagen de la Virgen con el niño Jesús, además de las tumbas de la familia real de Luxemburgo. Y seguidamente, dos museos. Por un lado, el Musée d’Histoire de la Ville de Luxembourg, interactivo y muy interesante; y por el otro, el Mudam, un edificio diseñado por el creador de la pirámide del Louvre que acoge exposiciones de arte moderno.