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Marsella

Historia, cultura, comercio y playas

Antiguamente se llamaba Massalia y ya obtuvo prestigio gracias a su puerto que aún hoy sigue siendo un importante enclave comercial en Europa, después de Rotterdam y Amberes. Precisamente este punto de la ciudad y el bullicio que en él se vive lo que convierten a Marsella en una ciudad exótica y cosmopolita. También ayudan sus mercados, zocos y calles señoriales del siglo XIX salpicadas de museos y rascacielos. Muchos turistas llegan atraídos por el azul intenso del mar Mediterráneo y es que, junto a la historia y la cultura de esta urbe, también hay playas o pequeñas calas que mantienen viva la esencia de la costa azul francesa.

Una colonia de marineros fundó esta localidad alrededor del año 600 a.C. y todavía se conservan algunos restos de tan rica cultura. Entre los monumentos que son de visita obligada se encuentra la Basílica de Santa María la Mayor, un edificio de estilo románico-bizantino único en su estilo en toda Francia; la impresionante basílica de Notre-Dame de la Garde, en la cima de una roca caliza a 149 metros sobre el nivel del mar y la Abadía de San Víctor, construida cerca de las tumbas de los mártires de Marsella en el siglo V. Además, Marsella alberga el castillo de If, construido entre los años 1527 y 1529, con el objetivo de proteger la ciudad, aunque posteriormente fue una prisión estatal. Cuentan que Alejandro Dumas se inspiró en él para escribir la historia de uno de sus presos de la afamada novela “El conde de Montecristo”. Pero no sólo de historia vive Marsella. Aquí se pueden encontrar multitud de comercios con productos típicos donde es indispensable adquirir jabón de Marsella o las tradicionales figuritas de madera. En ella descansan desde pequeños establecimientos tradicionales a grandes centros comerciales. El diseño y la creatividad se palpan en sus encantadoras calles.