La tranquilidad y la belleza de esta zona propició que se conociera como punto turístico de categoría. Sus playas más bien valoradas se encuentran en la parte oriental de la isla y se dice que por ellas Gustave Flaubert la apodó la ‘isla de las arenas de oro’.
Tiene fácil acceso por aire, por mar o por tierra, con una calzada romana que la comunica con el continente. Con la llegada de los complejos hoteleros, la zona se ha ido llenando de actividades para entretener a los visitantes, que pueden visitar distintos museos, jugar a golf, pasear a caballo o pasar una tarde en el casino. Pero para ver la genuina esencia del lugar los viajeros deberán acercarse a conocer el antiguo pueblo judío de Erriadh, con una sinagoga que tiene una de las torás más antiguas del mundo, donde los creyentes judíos peregrinan anualmente. Para descubrir unos auténticos talleres de alfarería deberemos acercarnos a Guellala, aquí podremos comprobar la tradición en cerámica de la isla. La fortaleza Borj El Kebir, en frente del mar, es de espectacular belleza, y su historia se quedará grabada en nuestra mente cuando descubramos que ahí se libraron numerosas batallas entre españoles y otomanos, por eso se la conoce como la fortaleza española. No debemos olvidarnos de pasar por el zoco de Houmet Souk, donde nos toparemos con todos los souvenirs que querremos llevar a casa para tener siempre presente este maravilloso pedacito de áfrica.
