Las ruinas de la cultura precolombina que siguen en pie en territorio peruano se presentan ante nuestra mirada habiendo soportado cinco siglos en los que hubo una colonización, una guerra de la independencia, la invasión chilena y, especialmente, numerosos terremotos.
Lo que queda en pie de la cultura inca, que es mucho, supone el principal atractivo turístico del Perú. Un país al que le ha quedado el poso religioso e idiomático de la colonización pero que adora y conserva su historia. El acceso a algunos de los históricos complejos arquitectónicos incas necesitan el esfuerzo del desplazamiento, muchas veces a pie, a alturas -más de 3.000 metros sobre el nivel del mar- para las que nuestro organismo no está preparado. Son zonas en las que hay riesgo de sufrir el mal de altura. No es grave, pero multiplica el esfuerzo que estamos haciendo. En algunos hay que reservar la visita con antelación debido a los cupos diarios establecidos por las autoridades, más el preceptivo pago a la entrada. Sin embargo, la mayoría de sus antiguas ciudades son de libre acceso. En ellas podremos contemplar cómo construían sus templos, cómo organizaban la sociedad e incluso cómo veneraban a sus muertos.